José Ignacio Ansorena
¿Por qué el Estado español es hoy una monarquía? Porque lo quiso Franco. Y porque muchos de los que no la deseaban tragaron con ella. Algunos de buena fe, creyendo que era la única forma pacífica de salir de la dictadura
De niños, el 5 de enero recorríamos las casas del barrio cantando Erregeak datoz, Bretxan barrena… El equivalente en euskara a Ya vienen los Reyes… Era un gran acontecimiento. Con la cuestación musical recogíamos una monedas y, al día siguiente, nos llegaban los regalos. Hoy, en el imaginario de los que fuimos niños, Melchor, Gaspar y Baltasar se encuentran bastante descoloridos. Y en el de los actuales, en muchos casos desaparecidos. Hemos ido aprendiendo que en el evangelio de Mateo –el único en el que se les cita– no se les da el título de reyes, sino de sabios.
Tampoco se dice que fueran tres. Y que los nombres y apariencias fueron inventados mucho más tarde y de diferentes formas en las diversas culturas. Todo esto ha podido ser causa del declive. Pero sobre todo lo ha sido la competencia de otros portadores de regalos: Papá Noël, Santa Claus, San Nicolás y, entre nosotros, Olentzero.
Algo similar ha sucedido con la monarquía española. En los últimos 45 años el poder de los Borbones ha vivido una etapa brillante. Podría parecer que habían venido a traer a los ciudadanos los regalos de la libertad y la estabilidad. Los literatos y decoradores de la vida política tan solo nos contaban sus glorias y hermosuras. Aunque muchos teníamos las sospecha de que, bajo las alfombras de palacio, había bastante basura escondida. Al confirmarse esto, ha comenzado a ampliarse la lista de quienes ofrecen regalos. Ahí está la cuestión: ¿cuál será un buen sustituto? ¿República, una dictadura, monarquía con otra dinastía…?
Cambiar el sistema organizativo de un Estado no es cuestión menor. En España, además, ha existido la nefasta costumbre de que este tipo de cambio fuera acompañado de una guerra. Conviene por tanto andar con cuidado porque no deseamos –yo al menos no– otra guerra ni nada parecido.
¿Por qué el Estado español es hoy una monarquía? Porque lo quiso Franco. Y porque muchos de los que no la deseaban tragaron con ella. Algunos de buena fe, creyendo que era la única forma pacífica de salir de la dictadura. Acaso tuvieran razón. Pero va siendo hora de que salgamos de la sombra del general tirano. Dentro de cinco años, en noviembre de 2025, se cumplirán 50 desde que aquel falleció. Tendremos ya mayoría de edad para escapar de la casa del padre tiránico. Y una oportunidad para que decidamos qué tipo de Estado deseamos y reforzar nuestra autoestima colectiva. Esta es mi propuesta: que manifestemos a la clase política, a todos los partidos, que poco a poco –para que no vuelvan a repetir: no es el momento– comiencen a encaminar el debate social sobre qué modelo deseamos para este Estado, con tranquilidad, con argumentaciones de peso, sin rabias ni odios y mirando al futuro. Parece que en esta pandemia los ciudadanos hemos demostrado una gran madurez. No seremos más inmaduros para esta cuestión si se plantea bien.
La monarquía constituye un modelo inapropiado para cualquier Estado actual, aunque los haya y en apariencia en buen funcionamiento. Que alguien, por ser descendiente carnal de otra persona, tenga derecho a heredar la máxima autoridad de un Estado es un sinsentido que hasta las piedras reconocen. Y presenta, además de que coloca en primer plano cuestiones que deben corresponder a la privacidad de los gobernantes, otro aspecto más perverso que no suele citarse. Se plantea a los habitantes del Estado como forma modélica de familia la formada por padre, madre e hijos. Pero tan solo formalmente. Se acepta que, con la debida discreción, cualquier comportamiento es admisible para sus miembros. Se colocan, pues, la hipocresía y falsedad en la cima de la organización estatal. Por eso, escuchar la expresión monarquía moderna parece una auténtica contradictioin terminis.
Nuestra sociedad ha hecho en los últimos años avances dignos, fruto de grandes esfuerzos para que, sin quitar nada al modelo tradicional de familia, también otras expresiones del acogimiento gratuito que esta supone se acepten con naturalidad y de forma oficial. Progenitores del mismo sexo, con hijos naturales o adoptados, que también los transexuales puedan crear sus familias… todos con los mismos derechos. No ha sido un camino fácil y todavía queda mucho trecho por recorrer. En esa vía la monarquía constituye una dificultad añadida.
La monarquía española y especialmente el comportamiento de los Borbones en los últimos siglos, tampoco constituye un argumento promonarquía. Philippe d’Anjou, el primer Borbón, obtuvo la corona en 1713 como consecuencia de la Guerra de Sucesión y el Tratado de Utrecht, que dejaba Gibraltar en manos de los británicos. Los monárquicos deseosos de recuperar Gibraltar para la soberanía española deberían tener en cuenta este dato. También deberíamos hacernos una pregunta: ¿no existen en España gentes de derechas no monárquicas? No aparecen, aunque existen, en ningún lado y resulta extrañísimo.
Han sido reyes y reinas magos para gestionar los dineros públicos en su propio beneficio. Estos monarcas, al contrario de Melchor, Gaspar y Baltasar, no han necesitado venir, porque aquí estaban y están, con alguna excepción digna de comentario aparte. La pregunta que nos corresponde hacernos –lo repito: con tranquilidad, sin rabia, con razones de peso y mirando al futuro– es esta: ¿se irán alguna vez? 2025, cuando se cumpla el cincuentenario de la muerte de Franco, constituiría una oportunidad de oro para realizar la consulta al respecto.
Noticias de Gipuzkoa 05.01.2021