Mikel Oyarzabal rompió a llorar tras finalizar el partido
«Un día bonito en el que te acuerdas de todo. Esto darle a toda la afición es lo mejor que podíamos hacer. Hay mucha gente que me hubiera gustado que hubiera estado aquí. Hay familiares y amigos que de la peor manera se van. Esto es para todos. Los hemos sentido».
Imanol Alguacil declaró también
“Es algo grande y lo quiero ofrecer a los médicos, enfermeros y a la gente que está en primera línea peleando, salvando tantas vidas, porque eso sí tiene mérito y también es para todos ellos”.
Nunca me he caracterizado por ser muy futbolero pero si un gran defensor de nuestros equipos y símbolos identitarios.
Ver ciertos comportamientos previos a la final (y lo de esta mañana en Hondarribi) me generan tristeza, vergüenza y cierta rabia.
Pienso en toda esa palabrería que “malgastamos” quienes nos dedicamos a la educación e incluso al deporte en general.
Cuantas veces repetimos aquello de que el deporte son valores, respeto por las normas, tolerancia a la frustración, rivalidad bien entendida, etc.
Al mismo tiempo que veo en el día de hoy que la tasa de positividad esta en un 9,1% en Euskadi, veo muchas, demasiadas personas empujadas por una serie de comportamientos primitivos poniendo en riesgo su propia salud, y lo que es peor, faltando a un pacto solidario y cívico del que todos estamos aburridos y cansados pero que la gran mayoría de nosotros seguimos respetando.
Si el comportamiento de ciertos aficionados me genera todos esos sentimientos, la justificación de algunas personas influyentes en esta sociedad, la cobertura mediática de ciertos medios e incluso los comentarios de personas aparentemente inteligentes a pie de calle, me indignan y me cabrean como hacía tiempo que no me ocurría.
¿Qué es esto? ¿Tan importante es el futbol para que nos saltemos las normas de manera deliberada y planificada de esta manera?
¿Quién no ha cometido un error o se ha venido para arriba empujado por la emoción o el éxtasis del momento?
Pero lo de Lezama o lo de Zubieta, (y lo de esta mañna en Hondarribi) estaba planificado, anunciado y coordinado.
Ingenuo de mí, pensaba que éramos diferentes. O por lo menos, pensaba que estábamos ante la oportunidad de demostrar al mundo de lo que somos como sociedad, como aficiones deportivas, y que no nos comportamos como esas otras aficiones “aborregadas” y faltos de todo lo bueno que tienen las nuestras.
Creía que el deporte, los colores que nos han inculcado desde niños debían de representar unos valores que van más allá del mero hecho de meter la pelotita entre los tres palos. Valores para la vida, para la convivencia, y para el cuidado de las personas. Que va, somos iguales que el resto.
Me viene a la cabeza aquellas discusiones que tenía con mi aita cuando me prohibía llevar amarrada al cuello la ikurriña a un espacio deportivo explicándome que nuestra ikurriña era algo mucho más serio como para tratarla como un trapo o una bufanda futbolera. Me hablaba de los valores que dicho símbolo representaba y de lo que había costado poder mostrarla en público. Ejemplo de lo que quería que entendiese se resume en aquella imagen histórica de 1976 de una ikurriña sujetada con todos los honores por Iribar y Kortabarria en Atotxa.
Esas palabras e imágenes se me quedaron grabadas a fuego y en días cómo hoy las recuerdo.
La Real ha ganado la Copa. Genial. ¿Ha Cambiado en algo el índice de positividad? ¿Ha servido para paliar algo el sufrimiento de quienes han perdido a un ser querido o el trabajo durante esta pandemia? Imanol y Mikel han estado altura, quienes han empujado para arriba la emoción han estado a la altura del barro. Son gente sin alma. Dicen, queriendo justificar semejante despropósito, que esto ha supuesto una alegría momentánea. Un subidón, un regalo, u otro tipo de patraña.
¿Eso es lo que les vamos a contar a nuestros hijos e hijas, a nuestros alumnos y alumnas, cuando vuelvan a la escuela tras el periodo vacacional?
¿Eso es lo que queremos? Seguro que no. Eso se llama hipocresía pura y dura.
No hemos sabido leer la letra pequeña de una oportunidad histórica que el deporte nos ha regalado
….. lo anterior, jarro de agua fría, que como tal hiela el ambiente .
Sí, somos de la Real porque las primeras palabras de Imanol tras el partido fueron para todos los sanitarios y toda la gente que ha sufrido este año por la pandemia.
Sí, somos de la Real porque Oyarzabal recordó a tantos y tantos que se han ido este año y porque no dudó en lanzar el penalti después de haber fallado tres seguidos
Sí, somos de la Real porque Aritz Elustondo se acordó de su padre con un emotivo mensaje en su camiseta: ‘Zuregatik aita, maite zaitut’ y Zubeldia, en la suya, de su amoña.
Sí, somos de la Real porque los ‘suplentes’, acabaron afónicos de tanto animar desde la grada a sus compañeros y se fundieron con sus compañeros como si hubieran jugado el partido
Philippe Montanier, estableció el canon. La Real tiene estilo. Una fuerza creativa permanente
Por encima de todo, está la cantera. Siempre, todas y cada una de las veces que la Real ha conseguido un triunfo o se ha asomado al balcón del éxito (como en 2003) ha sido porque ha tenido una columna vertebral fortísima de jugadores de casa. Sin eso no hay nada. En Sevilla, como en Gijón, Zaragoza o Granada. Oyarzabal, como Zamora, Arconada, Zaldua -pena de lesiones- y Nahikari. Un jugador o jugadora de casa vuelve a llevar a la Real a lo más alto
Ojalá que a los problemas gordos del país le diéramos la mitad de importancia que a éste partido.
La Real Sociedad ha ofrecido este viernes el trofeo de la Copa del Rey a los sanitarios del Hospital Donostia de la capital guipuzcoana. En un acto que se ha llevado en secreto para evitar el efecto llamada, la entidad txuri-urdin ha querido hacer esta ofrenda hacia el sector que más está luchando por el bienestar de toda la sociedad.
El acto ha tenido lugar en las escaleras de la entrada principal del centro sanitario, donde representantes de trabajadores del Hospital han esperado la llegada de la expedición realista con la ansiada Copa.
En la delegación realista: el entrenador, Imanol Alguacil, y los futbolistas Illarramendi, Zaldua, Aritz, Merino y Oyarzabal.
La enfermera Leire Rubio y el jefe de servicios de la UCI Félix Zubia han recogido la Copa para, a continuación, alzarla al cielo en representación de todos los trabajadores que están y han estado luchando para contrarrestrar la pandemia del coronavirus.
Un ejemplo!