Interpretan a capela, y como en el caso de las aves cantarinas que pueblan el Bosque de Miramón, la voz es su instrumento musical
En medio del Bosque, entre un manzanal cada vez más pleno, encima de un teatro de colosales dimensiones, Sergio Pedrouso y su coro de educadas voces interpretaron composiciones de diverso contenido, raiz y textura.
Empezaron con el Festara!. [El himno de celebración transmitía añoranza. Fue el ‘txupinazo’ de las fiestas desde la década pasada. La mayoría de las veces interpretado por Cum Jubilo, en el teatro de Miramón (así fue en las últimas tres) o en las escalinatas de los perros melosos del palacio de Aiete]
Sus canciones se iban adueñando de las sensibilidades de un público que asistió con mucho gusto a este milagroso concierto. Prodigio porque es fruto de la tenacidad de las personas que componen el coro y de su director. Fenómeno porque dejó de llover justo cuando sus componentes llegaron al punto intermedio que es el caserío Katxola. Toda mañana lucharon la lluvia y el sol, y en la tarde ganó el astro. El sol, aunque escondiéndose poco a poco detrás de las gradas, nos acompaño durante todo el concierto. Él tampoco quería perderse esta maravilla.
El reto se las traía. Se presentaba el Coro en un espacio enorme, murmullo de ciudad que siempre clama por las probabilidades de este macroteatro, y ante un público que salía de casa y de su asombro de más de 500 días de ausencia. Sergio diseña un programa variado y muy entretenido; dispone en su catálogo canciones populares vascas, ‘herrikoias’ o de autores como Mikel Laboa o Pablo Sorozabal; introduce composiciones cantos reivindicativos, tipo góspel, como ‘Freedom‘ [En este punto una compañera de Cum Jubilo presentaba al público el elogio de la libertad], y se innova con melodías como ‘Mashthi’ del repertorio de la música tradicional Ghana. [Entre otras, las ‘herrikoias’ fueron ‘Festara! ó ‘Jeiki, jeiki etxekoak’; la de Mikel Laboa, ‘Nerea izango zen’ y la de Pablo Sorozabal ‘Bihotz bat’]
La velada terminó como empezó, con el Festará! [Es costumbre del Coro]
En este final sonó el Festará! como reto de futuro y ansia para todos, para los que tomaron asiento en las gradas de hormigón y para los maestros subidos en el circular escenario.
La tarde estaba tendida a lo largo de las gradas del teatro. El aforo es inmenso -más de tres mil personas- y aunque la opinión generalizada fue que acudieron más de cien, su distribución en los escalones se hacía por familias, cuadrillas… y, la concentración más nutrida, aquella esquina en la que los rayos del sol aguantaron hasta el final del recital.
El rayo de sol que se negaba por la mañana, quizás por la esperanza que puso Sergio, reapareció por la tarde al son del agua fresca cristalina de las canciones del Coro que se hacían eco de la erreka que discurre por debajo del teatro; un coro magnifico y sereno ante el reto que supone cantar en la inmensidad del teatro, con la pasión inmensa de la gente madura que compone esta agrupación, dirigida con brío contagioso por Pedrouso, nuestra referencia para tantas cosas en el barrio
Oda de cuarenta y una voces, oda de cuarenta y un cuerpos, juntos, en la cresta del Bosque, en lo alto de los robles, de los pinos, del abedul, de los abetos; el rubor de manzana estaba presente, los ‘sagardos’ adolescentes están preñados; más temprano que tarde abastecerán de esta multifuncional fruta al caserío cultural y sidrero
Las canciones llenaban todo el graderío. La tarde se impregnaba de luz y dejaba caer rayos de sol húmedos. El ambiente era fresco, los ánimos emocionados «¡Qué maravilla de actuación! Han estado geniales», decía una mujer entusiasmada en una de las tertulias del final del evento.
Por todo cuanto Cum Jubilo siempre ha entregado, nos entrega y nos entregará en un muy largo mañana; por el precioso regalo del sábado: ¡Gracias, muchas gracias, querido Sergio! ¡Gracias, muchas gracias, querido Coro!.