Intelectuales que la Guerra Civil abocó al exilio

En la tertulia sobre ‘Nada’, de Carmen Laforet, celebrada el pasado jueves 13, su conductora, para poner la obra en contexto, mencionó el erial cultural en que quedó España tras la victoria de Franco. Cientos de autores republicanos se vieron obligados a abandonar España.

Entre las miles de personas que cruzaron la frontera iban escritores, poetas, periodistas, artistas o científicos y Lola, con la foto de un doliente Machado en la pantalla, fue recordando a Rosa Chacel, Rafael Alberti,

Ramón J. Sender ó Elena Fortún -amigos de Laforet-,

Elena Fortún y Carmen Laforet

María Zambrano, Juan Ramón Jiménez, Francisco Ayala, Severo Ochoa, Max Aub, Clara Campoamor

Brevísima semblanza de estas mujeres y hombres de la cultura

Luis Cernuda. Poeta

El golpe de Estado de Franco hizo que Luis Cernuda empuñase un fusil y se enrolase en una de las milicias populares que combatían en la Sierra de Guadarrama durante los primeros envites de la guerra. Se marchó a Valencia con el Gobierno de la República y luego al exilio, primero a Gran Bretaña, en 1938, luego a EEUU y por último a México, donde moriría en 1963. La añoranza de España siempre estuvo presente en sus versos: «Raíz del tronco verde, ¿quién lo arranca? / Aquel amor primero, ¿quién lo vence? / Tu sueño y tu recuerdo, ¿quién lo olvida?, / Tierra nativa, más mía cuanto más lejana».

Rafael Alberti (poeta) y María Teresa León (escritora)

Alberti y León consolidaron un matrimonio culturalmente extraordinario. Él es uno de los poetas más loados de las letras españolas; ella una escritora excepcional. Fueron los responsables del traslado de las obras del Prado, viajaron en varias ocasiones a la URSS empujados por su condición de trotamundos, de curiosos y creadores. El fin de la guerra les abocó al exilio, primero a Francia y luego a Argentina. La democracia les abrió las puertas de España en 1977.

María Zambrano. Filósofa

«El exilio ha sido como mi patria, o como una dimensión de una patria desconocida pero que una vez que se conoce, es irrenunciable», decía María Zambrano. Su obra, comprometida con la democracia, no fue reconocida en España hasta que regresó en 1984 tras pasar por México, La Habana, Roma o París. Ganó el Príncipe de Asturias y el Cervantes.

Antonio Machado. Poeta

Antonio Machado cruzó la frontera con Francia en Portbou acompañado de María Zambrano, a comienzos de 1939. Moriría un mes más tarde, pero su poesía, que definió las dos Españas de aquella época fratricida, sigue vigente, reivindicándose constantemente. Su último verso, cara a cara con la muerte, fue un canto al pasado, a la niñez: «Estos días azules y este sol de la infancia…».

Juan Ramón Jiménez. Poeta

El Premio Nobel de Literatura en 1956 murió en el exilio. Juan Ramón Jiménez huyó de la Guerra Civil poco después de la sublevación. Apoyaba a la República y residía en Madrid, pero no se sentía seguro. Esos años, considerados como su «etapa mística», los pasó el autor de ‘Platero y yo’ en lugares como Cuba, Miami, Maryland y Puerto Rico.

Pedro Salinas. Poeta

«Aparte del atractivo de América me encanta el poder salvarme de este ambiente hispánico, cada día más envenenado, más sembrado de odios y rencores (…) Yo tengo la impresión de que todo va ¡aún! a empeorar, y ese viaje es una verdadera salvación, yo así lo siento». Ese fue el vaticinio que Pedro Salinas le hizo a Jorge Guillén cuatro meses antes de estallar la Guerra Civil. Salió de España como emigrante y se convirtió en exiliado, en un defensor más de la democracia. Permaneció en América hasta su muerte en 1951.

Francisco Ayala. Escritor

Escritor e intelectual, Francisco Ayalá deambuló por todo el mundo: Praga, Buenos Aires, Puerto Rico, Berlín, Nueva York… Disparó contra la dictadura de Franco y contra las utopías nacionalistas. Lo primero que aseguró al volver a pisar su país tras más de dos décadas de exilio fue lo siguiente: «De España habría tanto que hablar, que más bien renuncio». Regresaría definitivamente a Madrid en 1976 y moriría en 2009.

María de la O Lejárraga. Escritora

Fue la principal clave del éxito de su marido, Gregorio Martínez Sierra, porque era ella quien escribía, en soledad y silencio, las obras por las que su esposo recibía todos los elogios. Novelista, feminista, dramaturga, traductora y ensayista, María Lejárraga era la Agregada Comercial de la Legación de España en Berna (Suiza) en los primeros meses de la guerra. Luego iniciaría un largo exilio por Francia, México y Argentina, donde finalmente falleció en 1974.

Arturo Barea. Periodista y escritor

Se le conocía con el seudónimo de ‘La voz incógnita de Madrid’ por sus emisiones radiofónicas emitidas durante la defensa de Madrid. Arturo Barea, responsable del servicio de censura de la prensa extranjera del bando republicano, se exilió en Gran Bretaña con su mujer, Ilsa Kulcsar, al término de la contienda. Allí, donde también moriría, escribió en inglés su gran obra, ‘La forja de un rebelde’. A Barea se le leyó antes en el exilio que en su propia tierra.

Severo Ochoa. Científico

Premio Nobel de Medicina en 1959 por sus descubrimientos sobre el mecanismo de la síntesis biológica del ácido ribonucleico (ARN) y del ácido desoxirribonucleico (ADN), Severo Ochoa y su esposa Carmen García huyeron de España en plena Guerra Civil gracias a un salvoconducto proporcionado por Juan Negrín. Decía que era de «ideas liberales», pero que «no podíamos simpatizar con ningún bando». Se exilió para seguir con sus investigaciones más que por sus ideas políticas.

Elena Fortún. Escritora

Elena Fortún es la autora más representativa de la literatura infantil española en la primera mitad del siglo XX. No empezó a publicar hasta 1928, pasados ya los cuarenta años. Su obra es dilatada y obtuvo un rápido reconocimiento, gracias sobre todo a la serie de Celia, de la que publicó cinco volúmenes antes de 1936. En el exilio, a donde fue empujada tras la guerra, configuró ‘Celia en la Revolución’, una de sus mejores obras sobre la contienda. Terminaría regresando a Madrid, donde murió en 1952.

Max Aub. Escritor

Max Aub no solo escribió unas novelas fantásticas sobre la Guerra Civil, aunadas bajo el título de ‘El Laberinto Mágico’, sino que también fue la persona que encargó el ‘Gernica’ a Picasso. Además, rodó con André Malraux una película esencial sobre la contienda: ‘Sierra de Teruel’. Tras ser detenido en Francia y deportado a Argelia, pudo exiliarse en México en 1942, donde fallecería tras contribuir enormemente al ambiente cultural de la diáspora republicana.

Luis Buñuel. Director de cine

El golpe de Franco mantuvo a Luis Buñuel leal a la República. Se marchó a Francia para trabajar en labores propagandísticas. Luego le enviaron a Hollywood para asesorar en los filmes sobre la Guerra Civil, pero estas películas fueron prohibidas por el Gobierno de EEUU. Desamparado, halló en México su salvación y se convirtió en uno de los creadores cinematográficos más importantes de la historia del cine.

Rosa Chacel. Escritora

Fue otra de las grandes voces femeninas de la Generación del 27 que se vio abocada al exilio por el conflicto español. Huyó a Amércia y en Buenos Aires escribió su mejor novela, ‘La sinrazón’. Regresó a España definitivamente tras la caída del régimen franquista y su obra fue reconocida.

Ramón J. Sender. Escritor y periodista

La Guerra Civil sorprendió a Ramón J. Sender en la Sierra de Guadarrama. No dudó ni un instante en coger el fusil y unirse a las columnas republicanas. Esos primeros meses de vértigo, en los que su mujer fue fusilada, los contó con enorme pasión en ‘Contraataque’. Luego se centró en volver a reunirse con sus hijos y huir, primero a Francia y luego a América. Pisó España dos veces, en 1974 y 1976, pero fallecería en San Diego, California.

Margarita Xirgu. Actriz

Xirgu fue la actriz clave de la puesta en escena del trabajo de Federico García Lorca. Era una mujer de ideas radicales que vivía en Argentina cuando Franco ganó la guerra. Como persona de izquierdas y lesbiana, no podía regresar a su país natal y esperar sobrevivir en medio de la dictadura. Mientras estuvo en el exilio fundó compañías de teatro en Uruguay, Argentina y Chile.

Manuel Chaves Nogales. Escritor y periodista

‘A sangre y fuego’ es probablemente lo mejor que se ha escrito sobre la Guerra Civil Española; una serie de relatos escalofriantes que muestran a la perfección todos los horrores de la contienda. Su autor fue Manuel Chaves Nogales, un pequeño burgués liberal, como él mismo se definía, periodista sevillano, que se exilió en París huyendo del sectarismo de ambos bandos. De ahí saltaría a Londres, donde falleció en 1944, y colaboraría con una gran cantidad de medios de todo el mundo.

Clara Campoamor. Escritora y política

Fue la mujer que más presionó para introducir el sufragio femenino en España. Y lo logró en 1931 desde un escaño del Congreso. Perdería su cargo de diputada en las elecciones de 1933 y se exilió en París tras el estallido de la guerra. Aunque lo intentó, nunca podría volver a su país. Murió en Lausana en 1972.

Jorge Semprún. Escritor y político

Era todavía un niño cuando su padre, tras el inicio de la Guerra Civil, condujo a la familia al exilio. Se instalaron en Francia y allí Jorge Semprún fue miembro de la Resistencia contra los nazis. También fue un comunista que combatió al franquismo desde la clandestinidad y, tras la llegada de la democracia, acabaría siendo ministro de Cultura entre 1988 y 1991.

Roberto Gerhard. Músico

Fue uno de los grandes compositores españoles que, como tantos otros músicos, se vio obligado a exiliarse tras la victoria de los sublevados, primero en Francia y luego en Reino Unido.

2 comentarios en “Intelectuales que la Guerra Civil abocó al exilio”

  1. Pingback: ‘Nada’, una bellísima novela para todos los públicos | Aiete – Lantxabe – Katxola – Ayete

  2. Estupendo el recuerdo de una parte de exiliados/as que abandonaron este país para siempre. Me ha parecido excelente que hayas recordado a Chaves Nogales periodista excelente que tuvo que exiliarse por miedo a ambos bandos. Penoso que se muriese tan joven y sin haber conocido la brutal represión de la posguerra con hambre de verdad, enfermedades sin cuento y la crueldad de una Iglesia que escondió lo que predicaba su mentor para sumarse a una dictadura atroz .Este era un pobre país olvidado por muchos otros que se autotitulaban democracias. No me olvido de una excepción dentro de las democracias: Mexico con su Presidente Lazaro Cardenas al mando, que recibió y ayudo a muchos intelectuales y políticos Republicanos. Enhorabuena Lola ,por este recuerdo tan emotivo de toda esta elite recordada y que supone una razón más para evaluar donde estaba los intelectuales de todo tipo y condición.

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