Las colas del hambre en Aiete

La Asociación Jatorkin-Al-Nahda, trabaja en favor de la integración del colectivo inmigrante magrebí.

Es una asociación para la integración del inmigrante magrebí, con sede social en Tolosa y en Donostia

Landetxe en esta mañana de Domingo

Su local donostiarra está en Aiete, en la antigua guardería Landetxe, calle Belizalde, entre La Cumbre y San Roque) [el edificio tiene los días contados, como sucedió con el caserío Txanpuene].

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EVENTOS | jatorkin

Su ámbito de actuación está repartido por toda Guipúzcoa, siendo las localidades en las que más trabaja Donostia y Tolosa.

En cualquier caso, Jatorkin Al-Nahda está trabajando en un proyecto que tiene como fin, ampliar su ámbito de actuación al resto del territorio de la comunidad autónoma vasca.

La asociación está compuesta en su mayoría por miembros de origen magrebí, aunque al ser mixta también está compuesta por personas autóctonas.

Outmane Marjani

Casi un centenar de magrebíes sin hogar acuden a diario al barrio a lavar sus ropas y tomar la única comida caliente del día.

Los chicos duermen en la calle en estos días con temperaturas bajo cero y , aunque el sol apenas caliente, se agradecen los rayos que se cuelan a mediodía por las ventanas de la vieja villa Landetxe de Aiete. Es el lugar de peregrinación diaria de casi un centenar de magrebíes. Será su única comida caliente del día.

Desde aquí arranca la calle Belizalde, es la esquina con San Roque.
Un poco más abajo, las palas escavadoras han producido un descarnado movimiento de tierras y haN destruido toda huella del caserío Txanpuene. Allí se construirán viviendas de lujo sin plan urbanístico alguno
Terreno dónde estaba el caserío Txanpuene

Outmane Marjani, joven marroquí voluntario de 24 años, ultima los preparativos a la espera del goteo diario de vagabundos del Magreb. Se trata de una de las principales áreas de procedencia de la población de origen extranjero que recala en Gipuzkoa, solo por detrás de Latinoamérica y la Unión Europea. «Todos los días viene alguien nuevo«, asegura el chico, que remueve en una olla el estofado con carne y patatas preparado por voluntarios de Tolosa.

La visita al centro permite poner rostro a la población del Magreb. Se trata de un colectivo diverso –Marruecos, Argelia, Túnez y Libia, principalmente– que supone el 14,2% de los flujos migratorios, según datos del Observatorio Vasco de la Inmigración, Ikuspegi. Son días complicados para todos ellos.

Además del frío, combaten contratiempos añadidos como «el certificado digital de vacunación», asegura Ibone Aristegi. La educadora social acaba de llegar a la villa con varias barras de pan bajo el brazo. Ella es la encargada de coordinarse con Osakidetza para dar cauce al problema.

Se recomienda la dosis de refuerzo para la vacuna, pero la vida errante se da de bruces con la burocracia. Hay quienes recibieron el primer pinchazo en Marruecos. Otros en Ceuta, y para formalizar todo ello les piden el DNI o el NIE, acrónimo del Número de Identidad de Extranjero. Muchos no portan documentación porque la perdieron en la ruta migratoria y están haciendo trámites con sus países de origen. «Para ducharse en algún servicio municipal necesitan mostrar ese certificado. Y creemos que todo el mundo tiene derecho a una ducha, al margen de su situación administrativa», sostiene Aristegi, convencida de que la falta de higiene les puede convertir en portadores asintomáticos de otras muchas enfermedades más allá del covid.

La educadora se sienta frente al ordenador en la sala multiuso de la última planta, un pequeño desván que sirve tanto de despensa como de oficina. Hace el recuento de los usuarios habituales en Landetxe: son 137 jóvenes. Al menos un centenar acude al centro a diario.

Tres voluntarios han comenzado a traer en grandes bolsas de plástico la ropa que ha sido lavada en Tolosa, de donde traen también la comida. El reparto se realiza en la villa de Aiete, que en su día fue guardería y que hoy comparten con otras tres instituciones. Prácticamente todos los que vienen aquí están en situación de calle

Wajdi Lassoued muestra su pasaporte y el documento que acredita su condición de solicitante de asilo. Foto: I.A.

Almas errantes como el tunecino Wajdi Lassoued, que esta noche ha dormido en la entrada de la Casa de Cultura de Okendo. El joven, de 25 años, muestra un documento rojo que acredita que en octubre fue aceptada su solicitud de asilo. Ha sido reconocida por tanto su necesidad de protección internacional, pero a pesar de ello sigue viviendo a la intemperie.

También saca su pasaporte. «Llevo cinco meses en la calle», lamenta el magrebí, que adopta una actitud propia de quien no tiene nada que esconder, trasparente como el agua cristalina. Tanto, que hay que insistirle en que no es necesario que siga mostrando más documentos. «Una vez reconocida su condición, Wajdi debería estar atendido en un recurso, pero la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) está que no da abasto», señala Saad Malec, el responsable de Jatorkin Al-Nahda, la asociación que les brinda acogida (Con el que hemos hablado esta misma tarde).

Es la hora de comer y los jóvenes han comenzado a llegar. Son transeúntes de entre 20 y 40 años, la mayor parte de ellos rondando los 30, seducidos por el aroma del café de Outmane.

Mientras el marroquí trocea barras de pan, por la puerta se asoma una cara conocida.

Nabil

Se trata de Nabil, uno de los primeros en llegar, «No tengo ni para una barra de pan» – Noticias de Gipuzkoa

«Me desalojaron de aquel lugar y esta noche he dormido en La Concha«. Nabil sigue acudiendo a clases de castellano. Le cuesta expresarse y se maneja mucho mejor con el árabe. Outmane, siempre solícito, lee de inmediato la situación. Deja a un lado la bandeja de plástico en la que colocaba unos yogures y se convierte en intérprete.

Nabil cuenta que se pasa casi todo el día solo. «Esta noche no he podido dormir hasta las cinco de la madrugada debido al frío«. Dice que le gusta ver películas frente a alguna de las pantallas de los ordenadores de Tabakalera. Y que desearía trabajar de peluquero, «y que habla con sus padres una vez por semana». El perfil de Nabil es tan solo uno de los muchos que llegan a este centro.

Explotación en los invernaderos de Murcia

Entre los jóvenes que llegan a Gipuzkoa hay migrantes cansados de vivir en chabolas y de ser explotados en invernaderos de Murcia. «Vienen aquí, al norte, demandando una formación para insertarse laboralmente«, cuenta Saad Malec, educador social e integrante de Jatorkin Al-Nahda, la asociación que gestiona el recurso de Aiete.

Esta entidad, con sede en Tolosa y Donostia, trabaja por la integración del inmigrante magrebí, colectivo al que la sociedad vasca atribuye la menor simpatía y los mayores prejuicios, según todos los estudios de percepción.

Saad Malec, educador social en Jatorkin Al-Nahda. Foto: I.A

A diferencia de Latinoamérica y la Unión Europea, los colectivos del Magreb son los más lejanos cultural y socialmente. Es preciso tender puentes. «Les cuesta integrarse. Estamos trabajando con una generación a la que durante muchos años se les ha inculcado unos valores, una educación y una formación religiosa muy cerrada», explica Malec.

El educador entiende que la situación de estos chicos interpela también a la sociedad de acogida, «en la que el auge de la extrema derecha busca culpables entre los inmigrantes».

En alguna ocasión se ha presentado la Ertzaintza en la villa. «Llevamos un año con este programa y nunca ha habido un solo problema. Un día les dije que a ver si no tenían otra cosa que hacer», dice Malec, un tanto molesto. .

Nabil entró por la playa rocosa de la Ciudad Autónoma de Ceuta, a donde llegaron miles de menores marroquíes a nado durante los días 17 y 18 de mayo. Junto a él hay otros compatriotas de la ruta canaria, y también quienes se han topado en su travesía hacia el norte con el muro policial infranqueable de la muga con Francia. «Algunos tenían claro que querían quedarse aquí. Otros no, pero a todas estas personas hay que darles respuesta. Necesitan apoyo con las clases de castellano, orientación laboral, cursos y formación«, reclama Malec, que también pide «ropa y móviles usados» para darles una segunda vida. «Si alguien está interesado en ayudar, se puede pasar por la villa».

Jamal es uno de los primeros en acabar de comer. «Llevo un mes aquí y me faltan dos para poder empadronarme», dice este joven de 24 años, procedente de Alicante, que también ha dormido en el voladizo de La Concha en una gélida madrugada. En apenas unos minutos ha llegado una treintena de magrebíes, que se sientan a la mesa con cara de frío. Dicen que es habitual que sus pocas pertenencias, como algo de ropa y mantas, acaben en la basura tras el enésimo desalojo, como el que se produjo el miércoles en Mundaiz.

Tres argelinos toman café después de comer junto a la verja de entrada. Aguardan a que se despeje la sala para comenzar las clases de castellano.

Al plantearles cuál es su porvenir, miran al cielo sin encontrar la respuesta. «Lo tienen muy complicado», indica Malec,

Tomado de un artículo de Jorge Napal

El 10 de marzo de 2018, publicanos en www.aiete.net la siguiente crónica

Aquella tarde, en la Casa de Cultura, se vivió una jornada muy especial, en la que la solidaridad con las familias sirias que han llegado a los campos de refugiados a Grecia, la fraternidad con sus desamparados protagonistas, la adhesión al proyecto de volver a su país, el respaldo y unión con las ONG que dejan la piel y el alma en su apoyo y el compromiso de ayuda hacia ellas, estuvo muy presente; especialmente durante el coloquio que sucedió a la visión del documental ‘Katsikas, ecos de un éxodo’ de Rodrigo Vazquez (Madrid, 1983), con el propio Rodrigo dirigiendo el debate y la emocionante y desgarrada exposición de nuestros convecinos de Zaporeak.

Las colas del hambre | Aiete – Lantxabe – Katxola – Ayete

Y del Diario Vasco tomamos esta otra

Diplomas para reconocer el esfuerzo de alumnos marroquíes

Los estudiantes marroquíes recibieron el diploma rodeados de amigos y familiares. / UNANUE

«Con los estudios se llega a todo». Con esa máxima Chaimae se abrió paso cuando llegó a Tolosa desde Marruecos hace dos años y ahora ha logrado una meta. Ha terminado los estudios secundarios obligatorios. Ella fue una de las alumnas reconocidas en la iniciativa ‘Mi diploma es mi libertad’, con la que la asociación Jatorkin Al-Nahda aplaude el esfuerzo de estos estudiantes inmigrantes y les motiva para seguir aprendiendo.

Junto a ella, Ayoub, Imad y Wahb y otros 14 alumnos de origen marroquí también recibieron un diploma y el reconocimiento «al esfuerzo de estudiar, trabajar y convivir en una lengua que no es la propia». Así lo expresó Joseba Ibarra, cordinador del programa de innovación pedagógica del Berritzegune, para quien la entrega de premios también fue una oportunidad para «reconocer que todos nosotros necesitamos todo lo que tenéis que ofrecer», refiriéndose a los alumnos de origen marroquí que fueron premiados ayer por la tarde por su mérito académico.

Junto a él, los diplomas fueron entregados por Fatihma El Kamouri, cónsul Marroquí, Mustapha Oukdim, representante de la coordinadora de asociaciones marroquíes en Euskadi, Lihgr Pillado y Sayuri Alvaradi, de Mondragón Tgam Academy, y el presidente de la asociación Jartorkin Al-Nahda, Saad. Además de Hamid Sariri, que se dedica profesionalmente al kickboxing.

«He encontrado que aquí es más fácil estudiar que trabajar, algo imposible sin papeles. Ahora con el título oficial, se me abre alguna puerta más», comenta Chaimae humilde tras haber logrado un 8,83 de media en la ESO. Afortunadamente, el idioma no ha sido una barrera: « Soy del norte de Marruecos y allí el castellano es el segundo idioma. Hasta tenemos canales de televisión en castellano, por lo que algo sabía». Con el euskera, admite, la historia es distinta. «Es más difícil, aunque entiendo solo un poco. Mi hija Inas sí que sabe hablar euskera», reconoce sobre su pequeña de 6 años que «de mayor quiere ser futbolista».

Una vez terminado cuarto de la ESO, el año que viene le gustaría poder estudiar el grado medio de Auxiliar de enfermería, aunque «para hacerlo en castellano tendría que ir todos los días hasta Irun y ahora mismo no puedo. Por eso voy a hacer la FP de Integración Social».

Chaime también colabora con la asociación que la premió. Reconoce que para ella es muy importante «ayudar a las chicas a comprender que pueden hacer y ser lo que quieran. Que están en un país en el que su voz sí va a ser escuchada y no necesitan casarse para poder estudiar o trabajar». Para ello, no hay más que «aprovechar todas las oportunidades, nunca es tarde para ponerse a estudiar».

Ayoub es un ejemplo de haberse formado. Recién graduado en Informática y Gestiones de sistemas de información, ahora se encuentra inmerso en varios procesos de selección para trabajar como informático. «Desde pequeño uno siempre tiene sueños. A mí me gustaba la informática», recuerda feliz, «ninguna cosa te impide llegar a lo que sueñas desde pequeño».

Ana Chueca Diario Vasco 29 junio 2019

Para acabar con

Donostia: El Ayuntamiento abrirá la noche de este viernes el albergue de Ondarreta a personas sin hogar – Noticias de Gipuzkoa

2 comentarios en “Las colas del hambre en Aiete”

  1. Kaleko afari solidarioak

    Duela pare bat aste, lagun baten bidez jakin nuen Kaleko Afari Solidarioak deituriko zaintza talde herritarra nire auzoan, Amara Berrin, afariak ematen hasi dela. Banekien Parte Zaharrean eta Egian urtebete baino gehiago zeramatela gauero afariak ematen, eta oso egitasmo polita iruditzen zitzaidan, baina inoiz ez nintzen iritsi boluntario izatera. Beraz, nire auzoan egiten dela jakin nuenean, neure burua eskaintzea aukera ona iruditu zitzaidan. Imajinatzen nuen boluntarioak beharko zirela, azken batean lan karga handia baita, horregatik, kontaktuan jarri nintzen beraiekin, eta Whatsapp taldean sartu ninduten, eta nola funtzionatzen duten azaldu zidaten.

    Lehenengo aldiz joan nintzenean, gogoratzen naiz urduri nindoala. Amara Berrin daukaten lokalean egon ginen banatzen ditugun poltsak prestatzen, eta gero Atano pilotalekura abiatu ginen. Hurbiltzen hasi zirenean, naturaltasunez jokatu nahi nuen, ez nien eman nahi fabore bat egiten ari ginen sentsazioa, ez nuen beraien esker ona espero genuela pentsatzerik nahi, edo beste modu batean esanda, ez nuen gure arteko bereizketarik egin nahi, izan ere, beraientzat ez da oso momentu atsegina, nik uste. Hala ere, egia da asko eskertzen dutela egindako guztia, eta, azkenean, ordu erdian prestaturiko poltsa guztiak banatu genituen.

    Taldean sartu naizenetik, boluntario kopurua igotzen ari da, eta aste gutxian 30 baino gehiago gara, eta kopuruak igotzen jarraituko duen irudipena daukat. Lan-giro oso ona dago gure artean, gainera. Oraindik ez dugu denok elkar ezagutzen aurrez aurre, baina nabaritzen da gogoa badaukagula hau aurrera eramateko, ikusten da nola gauden denok beti prest laguntzeko, nola ari garen ideia berriak proposatzen hobetzeko… eta horrek guztiak are gehiago animatzen nau nire ekarpena egitera.

    Jendea animatzen dut parte hartzera! Azkenean bakoitzak bere bizitza dauka, eta, orokorrean, oso lanpetuta bizi gara gaur egungo gizartean, baina bakoitzak ahal duen neurrian eta ahal duenean lagundu dezake, janaria prestatzen, garbitzen, poltsak prestatzen… denen laguntza ongietorria da, eta, horrela, kalean bizi direnak janari bero bat, behintzat, badaukate gauero.
    Dilara Ayan

  2. Pingback: Itxas Gain…hasta que llegó su hora… | Aiete – Lantxabe – Katxola – Ayete

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