Homenaje a Pier Paolo Pasolini en el centenario de su nacimiento

Polifacético personaje, prolífico escritor, director, poeta y filósofo. Además de sus numerosas obras escritas, como director de cine llegó a rodar más de veinte películas, convirtiéndose en uno de los máximos exponentes del Neorrealismo italiano con obras como Accattone (1961) o Mamma Roma (1962).

Pasolini, un delito italiano, de Marco Tullio Giordana , de 1995. El film aborda el asesinato del escritor y cineasta y las investigaciones posteriores al crimen.

En 1975, el cuerpo de Pasolini fue hallado muerto con señales de haber sido asesinado con violencia. Se encontró un culpable confeso, aunque tiempo después se retractó. Las circunstancias de su muerte nunca se han esclarecido.

Jueves 12 de mayo, 18:30, Tertulia literaria sobre La amiga estupenda, de Elena Ferrante

Para rendir tributo a Pasolini, el ciclo de literatura y cine de Aiete, que organiza Lola Arrieta, va a dedicar su encuentros literario de octubre, y el cine-forum, a su persona

El jueves 6, con la novela Ragazzi di vita, (Chavales del arroyo), primera novela del autor, escrita en 1955, y el viernes 7, con un Cine-Forum, sobre la película Pasolini, un delito italiano, de Marco Tullio Giordana, de 1995, (100´). El film -de exclusivo estreno en Donostia- aborda el asesinato del escritor y cineasta y las investigaciones posteriores al crimen.

Programa

Jueves 6,

18:30.

Encuentro Literario

Ragazzi di vita, (Chavales del arroyo), 1955, de Pier Paolo Pasolini. Crónica de la vida en los suburbios de Roma durante los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial. La novela es el resultado de cinco años de trabajo en contacto con ese mundo, en el que destacan las variedades dialectales del italiano y el argot utilizado por los personajes que recorren el relato

Presenta: Lola Arrieta

Viernes 7,

18:00.

Cine- Forum

Pasolini, un delito italiano, de Marco Tullio Giordana, 1995, (100´). El film aborda el asesinato del escritor y cineasta y las investigaciones posteriores al crimen. La muerte de Pasplini en 1975 supuso una pérdida irreparable para Italia, pero, ¿quién mató a Pasolini?, ¿Fue un delito grupal ideado por marginados y delincuentes?, ¿Estaban detrás los fascistas o los cuerpos de seguridad del Estado?, ¿Sabremos alguna vez la verdad?

Presenta: Ricardo Aldarondo

3 comentarios en “Homenaje a Pier Paolo Pasolini en el centenario de su nacimiento”

  1. Amador Fernández-Savater

    El atolladero de Pasolini y el nuestro

    “Ahí donde llega todo
    y donde todo comienza
    canto que ha sido valiente
    siempre será canción nueva”
    (Víctor Jara, ‘Manifiesto’)

    El poeta y cineasta Pier Paolo Pasolini fue asesinado el 2 de noviembre de 1975, hace 46 años. Pocos días antes, intervino en una charla en la ciudad de Lecce con profesores y estudiantes de instituto sobre culturas y lenguas minoritarias en Italia. En ella repite una y otra vez que las posiciones críticas y revolucionarias están en un verdadero atolladero. ¿Cuál sería? Habitar entre “una cultura que no se acepta y una cultura que se ha extinguido”.

    La cultura que no se acepta, para el Pasolini de los Escritos corsarios o las Cartas luteranas, es el consumismo, cuyos vehículos van desde las nuevas infraestructuras de transporte hasta la televisión y la misma escuela. La cultura que se ha extinguido, que él conoce bien por la vía directa de lo sensible, son los mundos del lumpenproletariado juvenil, el campesinado pre-industrial, los modos de vida populares.

    Hay dos maneras de reducir todo aquello que no se somete: la violencia y la asimilación. El fascismo, que se había apoyado sobre todo en la primera, apenas rozó las subjetividades tradicionales. Pero el consumo, con su fuerza de homologación, alcanza las capas más profundas del ser humano, produciendo lo que Pasolini llama “mutación antropológica”. La felicidad aún era posible en la pobreza, pero la revolución antropológica del consumo extiende la depresión por todos lados: somos infelices viviendo bajo un modelo ajeno.

    Entre medias de lo que no se acepta y de lo que se ha extinguido, Pasolini no encuentra nada (ni nadie) en lo que apoyarse. El progresismo, del que él mismo formó parte, es incauto ante la fuerza destructiva del consumismo de masas, porque imagina aún que el verdadero enemigo es un poder de tipo clerical-fascista. El conservadurismo por su lado se limita a una labor arqueológica o museística: proteger formas de vida que son ya meras “supervivencias”, sin dinamismo o vitalidad interior.

    La marcha hacia adelante (el progreso) es una catástrofe y la marcha hacia atrás (el conservadurismo) es imposible, concluye Pasolini. De ahí la desesperación que impregna sus últimos escritos, sus últimas películas, sus últimas intervenciones críticas: no hay salida.

    Del consumo a la comunicación

    El atolladero de Pasolini, cincuenta años más tarde, no nos resulta para nada ajeno. La cultura de masas se ha convertido en imperio de la “comunicación” dentro y fuera de internet. Sus presupuestos son igualmente destructivos: el tiempo instantáneo de la comunicación erosiona la memoria y la historicidad, la obligación de transparencia reduce las complejidades del sentido, el lenguaje estandarizado arrasa con la pluralidad de los modos de habla, el hechizo de las pantallas suprime los intervalos donde puede crecer la imaginación creadora.

    El progresismo se fascina ante el poder de la comunicación y la convierte en solución para todo: los problemas educativos se resuelven con más digitalización, los problemas de pareja se arreglan “aprendiendo a comunicar”, las tensiones entre empresarios y trabajadores mediante la mediación, la desafección política fichando a gurús de la comunicación. El progresismo no se atreve a pensar las complejidades, los claroscuros y las sombras de lo humano; se limita a recetar más tecnología, más digitalización, más virtualización. Modernizar es comunicar.

    Y por otro lado está la izquierda melancólica: conservadores de izquierda, reaccionarios de izquierda, “rojipardos”. Como ya explicó Wendy Brown en un texto de 1999, la melancolía de izquierdas rechaza las incertidumbres del presente en nombre de un ideal ausente: la “verdadera” clase obrera, el nivel de vida de nuestros padres, la autenticidad de los modos de vida populares, etc. Se aferra a estos fantasmas y fetiches para compensar la impotencia política del presente, culpando de todos nuestros males al chivo expiatorio de la “posmodernidad”, un cajón de sastre que no remite a nada pero consuela.

    El progresismo biempensante y la izquierda melancólica viven en espejo. Uno es el doble del otro y se retroalimentan: es el bucle de lo políticamente correcto contra lo políticamente incorrecto, del puritanismo contra la seudo-transgresión, de la cancelación contra la denuncia victimista.

    Walter Benjamin al rescate

    Entre el presente sin pasado (de la comunicación) y el pasado sin presente (de la melancolía), ¿cómo escapar? ¿Cómo salir del atolladero de Pasolini?

    Podemos pedir ayuda a otro clásico: el filósofo alemán de origen judío Walter Benjamin. Con él es posible pensar otra relación con el tiempo histórico, otra historicidad.

    Benjamin critica, como Pasolini, el progresismo de su época: la confianza en que la Historia nos dará la razón de manera automática. Para Benjamin, el progreso es más bien la historia de los vencedores, avanza mediante la guerra y va dejando restos a sus espaldas que él quisiera salvar. “El Ángel de la historia bien quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado”, dice. Pero, ¿en qué consiste exactamente esa “salvación” del pasado?

    No en la preservación, ese es el punto decisivo, sino en la reactualización. Progreso y reacción son dos caras de lo mismo, la melancolía de izquierdas sólo es la cara b de la modernización capitalista. El desafío no puede ser conservar (menos aún lamentar), sino reelaborar, reinterpretar, regenerar, renovar. Mientras que el “conformismo de la tradición” se limita a evocar y repetir, el pasado se rescata haciendo pasar de nuevo sus energías mediante formas nuevas.

    Recordar (re-cordis) significa volver a pasar por el corazón. Es decir, el pasado se reaviva desde el presente, es una chispa en el presente (pregunta, búsqueda, lucha) lo que rescata el pasado del peligro de desaparición, una “instancia de presente” dice Benjamin. Justo ese presente que se pierde de vista tanto en el progresismo (que mira hacia adelante) como en el conservadurismo (que mira hacia atrás).

    Benjamin se inspira en el mesianismo judío para concebir otra temporalidad, como explica el historiador Stéphane Moses. En ella el presente fecunda al pasado y el pasado recupera en el corazón del presente una actualidad nueva. Así el pasado no deja de pasar, el presente se renueva a cada instante y el futuro está aconteciendo siempre.

    La tradición de los oprimidos, dice Benjamin, no teme las rupturas temporales, las fracturas entre épocas, el vacío entre padres e hijos, sino que los implica como su condición misma. Las intermitencias, las pérdidas, los saltos –todo lo que se deplora como “fallos en la transmisión”– son justamente las ocasiones propicias para la reactualización, sus mismos efectos, porque no se devuelve a la vida lo mismo, sino algo a la vez igual y diferente.

    La fidelidad no es repetir, sino recrear. Y podríamos empezar con el mismo Pasolini. En lugar de decir lo mismo que él dijo hace 50 años, convirtiéndolo en pieza de museo o supervivencia, se trataría de hacer lo mismo que él hizo. Prestar oído a las “vulgares lenguas” de hoy, a las hablas comunes, a los modos propios de decir y decirse, a las fugas del lenguaje estandarizado de la comunicación. Dar valor y visibilidad a los mundos –a los fragmentos de mundo al menos– que se esbozan aquí y allá, a las formas de vida que tienden a la autonomía y la independencia. Hacer de nuevo lo mismo que él hizo, hacerlo nuevamente.

    Reinterpretar es la única manera de resucitar la materia muerta, de arrancar un fragmento del pasado del olvido y la museificación. Es también el único modo de desmentir a los asesinos de Pasolini y devolverlo a la vida.

    Referencias:

    Pier Paolo Pasolini, Vulgar Lengua, Ediciones El Salmón, 2018.
    Walter Benjamin., Tesis sobre la historia y otros fragmentos, Contrahistorias, 2005.
    Stéphane Moses, El Ángel de la Historia, Cátedra, 1997.

    Amador Fernández-Savater
    Es investigador independiente, activista, editor, ‘filósofo pirata’. Ha publicado recientemente ‘Habitar y gobernar; inspiraciones para una nueva concepción política’ (Ned ediciones, 2020) y ‘La fuerza de los débiles; ensayo sobre la eficacia política’ (Akal, 2021). Sus diferentes actividades y publicaciones pueden seguirse en http://www.filosofiapirata.net.

  2. “El libro no sirve para luchar, sino que él mismo es ya lucha”. Horizontalidad de los libros y de la vida, ni son una mentira ni detentan la verdad. Leer con la misma atención e intensidad con la que se está en la plaza. Con la misma escucha. No como mapa, sino como acción, otro trozo más de territorio, acontecimiento. No como instrumento de, sino como otra práctica más. Práctica de transformación. Para leer hay que activar el cuerpo, para entender hay que movilizar los afectos. Salir del libro como circuito cerrado sin salir del libro, sino saliendo de cierta forma de leer. La que repite, la que no prolonga. Leer como otra aventura más, igual de apasionada o perturbadora que las otras. ¿Qué tipo de intervención política es la que se abre desde ahí?

  3. Bai
    La verdad del libro está fuera del libro, en las experiencias colectivas, leer desde ellas, juzgar desde ellas la pertinencia o no de los libros. Contra la lectura en circuito cerrado, el libro como instrumento o caja de herramientas. Las luchas organizando el sentido, leer en función de algo que está más allá del libro, mapa y territorio.

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