El acontecimiento será el próximo viernes, día 4, a las 18:00; en la Casa de Cultura de Aiete. Ese viernes reuniremos un cine-forum sobre la película Iris de Richard Eyre.
Nos llega Iris, portentoso cuadrado de rostros: las actrices Judi Dench y Kate Winslet y los actores Hugh Bonneville y Jim Broadbent. Ellas dan vida a la novelista y ensayista inglesa Iris Murdoch en su madurez y en su juventud, respectivamente, y ellos a su marido, el filólogo y escritor John Bayley.
La víspera, el jueves 3 de noviembre, a las 18;30, realizaremos nuestro encuentro literario mensual en torno a la novela de Iris Murdoch El sueño de Bruno.
Dos caras de la misma moneda: la literatura canónica llevada al cine de excelencia, como en las primeras épocas del ciclo
IRIS
Dirección: Richard Eyre.
Guión: Charles Wood y R. Eyre.
Intérpretes: Judi Dench, Kate Winstet, Jim Broadbent, Hugh Bonneville
Reino Unido, 2001.
Duración: 90 minutos.
Es una maravilla ver cómo la impulsiva avidez de vida, de conocimiento, de libertad y de goce que transmite con contagiosa energía Kate Winslet
(Iris Murduch con veintipocos años) se prolonga literalmente en la calma, en la serena falta de avidez, e incluso en los destellos del apagamiento final de Judi Dench (Iris Murdoch 40 años después).
Y esto ocurre con milagrosa literalidad, hasta el punto de que los comportamientos y las oscilaciones emocionales de la segunda parecen prolongaciones físicas de los de la primera, como si una y otra fueran no ya el mismo personaje, sino la misma persona. Y casi otro tanto puede decirse del exacto dúo masculino trazado entre Bonneville (Bayley joven) y
Broadbent (Bayley viejo). Admirable.
Así, la mejor, la más solvente y refinada escuela interpretativa británica se apodera de la médula de la película y la eleva y ennoblece, la convierte en una pequeña cumbre intimista del cine europeo.
Y el doble retrato de Iris Murdoch se hace un bello y grave golpe de cine considerado como forma de conocimiento y, en concreto, de conocimiento de la interioridad del doloroso y conmovedor tránsito de una mujer que fue un volcán de ideas hacia la reducción a cenizas de su inteligencia.
Hombre primordialmente de teatro, Richard Eyre, por fortuna, no es esta una película de bellos cromos ni relamidas postales. Eyre sabe que la importancia de una obra sobre seres de intenso fulgor recae 100 por 100 en la fuerza de los actores. Aquí tenemos un cuarteto de ases con marchamo de calidad. El poco conocido Hugh Bonneville, un Bailey juvenil con pinta de Pere Gimferrer, nos regala un sujetillo entrañable en su candor y estoicismo. Como potro desbocado, nada mejor que la silueta de Kate Winslet, tan carnal, tan en su punto de cocción como en la psicotrónica Holy Smoke. De mayores, esos personajes tienen la facciones de dos incontestables genios del savoir faire británico, el justamente oscarizado Jim Broadbent y la inmensa Judi Dench, y qué soberbio está el primero, en las escenas cruciales en que quiere negar (o negarse) la enfermedad que ya constata en su mujer, mimándola, protegiéndola, comunicando con amplio despliegue de registros gestuales una vida entera de amor loco.