La última película del 2022

Fue presentada por Jesús Garmendia el pasado16 de diciembre.

Estos eventos en los que Garmendia prologa el film y da vida al coloquio, son un verdadero goce para las y los aficionados al cine que pudieron asistir al encuentro.

Jesús desenredo el documental, penetró en la filmografía del autor y en su biografía, descodificó y tradujo las claves del maestro Ken Loach, captó y nos ayudó a interpretar los mensajes del film

Presentar la película ‘El espíritu del 45’, fue una tarea muy estimulante

Así es, el espíritu de Loach abdució a Jesús y, con el director del documental, nos trasmitieron que ‘Hacer cine es una cosa formidable’. El documental, que se proyectó aquel todavía cercano 16 de diciembre, con imágenes de 1945, contenía reflexiones modernas sobre la necesidad y alimento del sector público

Ken Loach

Añadía el presentador que ‘El cine del autor inglés es portador de numerosas tradiciones, y una de ellas es la de mostrar un séptimo arte que antepone el pueblo frente a los poderosos. El espíritu del 45 forma parte de esa tradición’.

Y continuaba ‘en el contexto de la posguerra europea, en Gran Bretaña hubo un optimismo que auspició el progreso colectivo. Ken Loach lo llamó “El espíritu del 45”. Quienes habían sufrido los bombardeos y los soldados, que regresaban del frente, no querían volver a soportar las míseras condiciones de vida de la clase obrera británica en los años treinta’.

La miseria de antes de la guerra

‘El documental comienza explicando cómo era la sociedad inglesa de entreguerras: había altos niveles de pobreza y de desigualdad, un desempleo elevado y muy precario, sin apenas derechos, ni servicios públicos de sanidad, educación o seguridad social. La guerra lo cambia todo. La sociedad inglesa es consciente de que ha vencido al fascismo y de que en su propio país se pueden hacer muchas cosas y se puede construir un Estado diferente, con avances sociales y en el que haya reparto de la riqueza’. Nos decía el conductor del cineclub

En la película se ven imágenes reales de soldados ingleses -mujeres y hombres- reunidos hablando de lo que esperan cambiar en su país, porque tienen claro que no quieren que suceda lo mismo que tras la Primera Guerra Mundial, hombres volviendo del frente a una situación de pobreza, desempleo y precariedad. Esta vez no será igual.

Clement Atlee

Con potentes imágenes, el film nos recuerda que tras la guerra, en los primeros comicios, el partido laborista de Clement Atlee logró una abrumadora mayoría.

Ganan lo laboristas

Se creó un sistema de salud público que sirvió de modelo a otros estados -el que hoy tenemos en España-; está sufragado a partes iguales por las empresas, los trabajadores y el Estado. Y es universal. También se construyeron miles de viviendas públicas que se ofrecían en alquiler a los ciudadanos a un precio regulado por el Gobierno; se nacionalizaron las minas y los ferrocarriles. En resumen se empezó a conformar lo que hoy en día conocemos como “Estado del bienestar”.

Fueron unos años de bonanza en los que los británicos, los trabajadores, pudieron vivir con una calidad de vida que no habían tenido hasta la fecha.

Ken Loach, de la mano de Garmendia, nos recuerda en el propio film, que ‘la historia se repite y con la llegada al poder de Margaret Thatcher, en el año 1979, el estado del bienestar inglés se vuelve a tambalear’.

Se privatizan muchos servicios públicos, las viviendas sociales salen a la venta, el paro sube y la desigualdad económica entre clases sociales se vuelve a acentuar como en los años previos a la Segunda Guerra Mundial. Margaret Thatcher quiere desmontar el estado del bienestar y después de once años de mandato el número de empresas públicas cayó de manera estrepitosa, los sindicatos perdieron poder, y el paro tocaba máximos históricos.

Las personas asistentes pudimos comprobar que El espíritu del 45 es un documento de plena actualidad; en el debate de cierre del coloquio se manifestó el acuerdo con esta consideración.

La película no muestra un análisis más o menos imparcial de los hechos, ni reclama que se vuelva a las nacionalizaciones de la industria. En absoluto. Lo que a juicio de Garmendia busca el director es lanzar un grito, sacudir las conciencias de los ciudadanos para que despierten de este letargo de pasividad en el que muchos se encuentran. Ken Loach nos muestra el valor de la política como motor de transformación social, refrescándonos la memoria acerca de qué partidos, y qué ideología produjeron los mayores avances sociales en su país, algo en buena medida extensible a toda Europa. ¡Qué bien sienta mirar a la historia!, en estos tiempos que corren por el viejo continente y especialmente en Euskadi y España, donde muchos nos quieren hacer creer que no hay diferencias entre unos y otros, que solo hay una política posible, la que dictan los mercados y poderes financieros, y que es necesario acabar con los servicios públicos -especialmente los sanitarios- para poder competir y crecer.

En la película participamos de esta conciencia. Vemos cómo la sociedad británica construye el Estado del Bienestar. Loach la rueda íntegramente en blanco y negro -lo que le aporta una gran credibilidad – y cuenta con escenas reales de documentos gráficos de la época, montadas con entrevistas actuales a ciudadanos que vivieron y participaron en ese cambio social. Asimismo, Loach intercala también las opiniones de historiadores, analistas y, sobre todo, de aquellos obreros que protagonizaron las luchas por conservar el Estado de Bienestar -verdaderos filósofos del cambio social, como dijo una de las participantes en el coloquio- que reflexionan sobre por qué y cómo se llevo a cabo esa enorme tarea, que transformó la sociedad inglesa radicalmente.

En frase literal de Loach: “Vivimos un periodo de desesperación, de los que extrema derecha puede aprovecharse. Algunos de nosotros somos lo bastante mayores para recordar lo que eso pudo suponer. Por eso, debemos decir que hay otra cosa posible, que otro mundo es posible y necesario”

Un apunte para terminar

Como buen conocedor de lo que es un cine-forum, Jesús terminó su presentación hablando sobre la filmografía del autor y su forma de hacer cine.

El cine de Ken Loach está definido por principios fundamentales de equidad, igualdad y justicia social. Desde la década de 1960 ha afectado sustancialmente la conciencia pública y la política, por ejemplo, su obra televisiva de 1966 sobre la falta de vivienda, «Cathy Come Home» [cuenta el problema al que se enfrenta una pareja cuando se queda sin hoga] , condujo directamente a la creación, al año siguiente, de la organización benéfica «Crisis».

Subrayaba Garmendia que para Loach ‘El artificio, la hipérbole y la celebridad carecen de atractivo. Hasta hacer cine está lleno de impedimentos irritantes. Si Loach pudiera hacer una película sin cámara, la haría’

La autenticidad lo es todo. De manera inusual, Loach filma las secuencias por orden, aunque eso requiera moverse una y otra vez con gran coste entre localizaciones.

De su biografía, destacó el director del coloquio que Loach nace en Nuneaton, Warwickshire; estudió Derecho en [el Saint Peter´s College] de Oxford, pero quedó seducido por la dirección teatral y la actuación: participó en una revista para la que Dudley Moore compuso la música, e hizo de suplente en el West End [el barrio teatral de Londres] en One Over the Eight. Ingresó en la BBC en 1963, aportando un realismo suplementario a la serie Z-Cars antes de encontrar su lugar ideal en el espacio The Wednesday Play [La obra de los miércoles] que seguía a las noticias. Realizó diez películas para televisión con ese marchamo, pero fue con su segunda película, Kes, de 1969, cuando dio el salto, demostrando que lo descarnado y lo lírico no tienen por qué ser mutuamente excluyentes.

Jesús nos habló de su documental para la televisión, Questions of Leadership, -1983- que se preguntaba si la dirección de los sindicatos representaba de forma adecuada los intereses de sus afiliados. La película quedó retrasada y bloqueada por presiones laboristas.

Which Side Are You On? [¿De qué lado estáis, muchachos?]
En la película Ken Loach denuncia la radical incompatibilidad entre obreros y empresarios y pone en cuestión el papel de los dirigentes sindicales en la huelga del metal . Consecuencia, se prohíbe su proyección

Podemos encontrar la influencia de Loach en los film de denuncia social como los que hacen los belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne (Rosetta, The Child) que nunca han ocultado su deuda con él, o Jacques Audiard (Dheepan) y Cristian Mingiu (4 meses, 3 semanas, 2 días), en estas ‘pelis’ estos exhiben su mezcla de franqueza, compasión y realismo.

Fue fantástico, entrañable, el ambiente de la Casa de Cultura en la ‘La última película del 2022’

1 comentario en “La última película del 2022”

  1. Desiderio Martín

    Los sistemas de sanidad pública en la Europa Occidental y el desmantelamiento del Estado de Bienestar europeo
    “En todo el mundo, diferentes movimientos se oponen a la apropiación por parte de una pequeña oligarquía de los recursos naturales, los espacios y los servicios públicos, los conocimientos y las redes de comunicación. Estas luchas plantean todas ellas una misma exigencia, se basan en un mismo principio: lo común”
    Europa occidental, sus distintos gobiernos nacionales, desarrollaron y pusieron en práctica, después del desastre de la II Guerra Mundial, sistemas de salud universales y con financiación y gestión pública, diferenciándose netamente de modelos como el estadounidense, ligados tanto al aseguramiento privado, como al hecho de tener trabajo.
    Después del desastre de la II Guerra Mundial, el capitalismo “canalizado y con rostro humano” trataba de preservar la vuelta a los desastres sociales, económicos, políticos y militares, y por medio de políticas redistributivas y sociales, se implantan los Sistemas de Salud Pública europeos, los cuales pasan a ser la joya de la corona, que se exhibe como un modelo más democrático y que sustenta la base central de su cacareado estado de bienestar, para reducir las desigualdades y que nadie quede desprotegido ante situaciones de necesidad.
    Pero sus crisis cíclicas de los años 70 y 80 del siglo pasado arrastran a las políticas públicas, especialmente las políticas fiscales, a una vía en sentido contrario a la preservación de los bienes comunes y se impone la lógica de la competencia a toda la sociedad.
    Desde la crisis de los 70 a niveles europeos y desde la década de los 80 a niveles del Estado español, han sido demasiados años contemplando cómo los servicios esenciales para la comunidad y las empresas públicas, por medio de las cuales se prestaban parte de estos servicios-patrimonio de toda la sociedad, eran convertidos en negocio y expropiados a la mayoría
    Unas veces, directamente empresas multinacionales y, otras, los distintos gobiernos, transfieren lo público a la voracidad del mercado en nombre de la “eficacia” y el “bien común”, expoliando derechos subjetivos de las personas, esenciales para la vida social: la salud, la comunicación, la enseñanza pública, la educación superior, la energía, los transportes, y en parte, los sistemas públicos de Seguridad Social en capítulos tan esenciales como las pensiones.

    La lógica de la competencia que tenemos metida hasta el tuétano, ha logrado que nos creamos que lo importante no es quien te atienda, te cure o te eduque (privada, concertada o pública), sino que seas curado (o reparado para seguir siendo un sujeto que produce), formado (educado como individuo no autónomo sino competitivo), cuidado/a (en residencias-cárcel), etc., y esta lógica nos ha hecho olvidar que lo públicose opone a lo privado y lo común se opone a lo propio.

    Nuestro derecho público se fundamenta en dos principios: el de suficiencia y el de eficiencia.

    La suficiencia la encontramos en los recursos (riqueza) que generamos de manera colectiva y se debe redistribuir entre todas las personas para que sus derechos esenciales les permitan una vida digna.

    La eficiencia se basa en una buena utilización de esa riqueza (bienes comunes), sin despilfarros, sin corrupciones para que sean lo más útiles para la comunidad.

    Las actuales políticas sociales niegan nuestros derechos sociales, convirtiéndoles en retórica, escarnio y burla en los últimos tiempos.

    La vivienda para todos y todas, el transporte sostenible y en equilibrio con la naturaleza, las pensiones suficientes para todos, la política de cuidados a las personas dependientes que se resuelven fuera del mercado, la educación, la erradicación de la exclusión social, la pobreza… han sido trasladadas al “mercado libre”, conllevando una clara apuesta por su recorte y transformando su naturaleza: de necesidades sociales, las cuales hay que cubrir universal y suficientemente, hemos pasado a servicios, y quienes los usan deben tener capacidad económica para sufragarlos.

    El capitalismo no volverá a invertir en los Sistemas de Salud universales y de calidad, que ha dejado los mismos a niveles europeos occidentales en un estado lamentable y criminal, al abandonar la “obligación de proveer” con suficiencia para preservar la salud de sus poblaciones.

    La pregunta que nos hacemos es si es posible mantener los Sistemas de Salud universales (la joya de la corona del Estado de bienestar europeo), cuando el capitalismo dejó hace décadas de invertir dineros suficientes a través de las políticas fiscales, es decir políticas keinesianistas de redistribución de la riqueza, o por el contrario, tendremos que dar un paso hacia adelante, dejar de sentirnos impotentes ante el colapso y cambiar las conciencias del fin de la civilización, de las especies, hasta del propio capitalismo y coger el futuro posible que autoconstruyamos, saliendo de nuestras parálisis individuales y colectivas, asumiendo los riesgos que contraen autogestionar la vida común, frente al individualismo y la competencia.

    La vida entendida de forma colectiva es una cuestión de solidaridad entre grupos sociales, territorios y generaciones. Quien no entiende la solidaridad bajo estos parámetros, confunde intencionadamente el bienestar social de todos con el bienestar privado que cada cual pueda pagarse.

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