Más de doscientas personas asistieron ayer al emotivo, instructivo y enternecedor ‘Concierto de Arpas’ de alumnas y alumnos de Musikene, el Centro Superior de Música de Euskadi
Katxola, fábrica de sidra y de música, ha contribuido a la difusión del arpa, un instrumento que se aprende en las escuelas de música y que en Euskadi tiene su ‘contenedor’ en Musikene
El alumnado del centro que actuó en el caserío demostró su alta capacitación durante todo el concierto y que tuvo una duración de dos horas. El público asistente seguía el repertorio asombrado, impresionado, arrebatado por el continente -el magnífico salón abierto del caserío- y el contenido -el grupo de estudiantes de arpa tutelados por la profesora Christine Icart–
Protagonistas: Nerea Azcona, Agathe Bagland, Mar Angles Lluch, Erica Ovalle, Eva Courregelongues, Jules Escoubeyrrou, Luis Felipe Quiroga
Que interpretaron obras de Ravel, Albéniz, Dúos de Jadin, Granados. Y los solos de Tournier y Conesson
En Musikene el alumnado disfruta de una enseñanza de gran calidad, con un profesorado prestigioso altamente capacitado, y unos medios humanos y materiales acordes con la categoría y el buen nombre de la institución.
Buena prueba del poder de atracción que tiene el profesorado de Musikene es Christine Icart. Esta prestigiosa profesora francesa de arpa cuenta con ocho alumnas y alumnos a su cargo
Christine Icart es Primer premio de arpa del Conservatorio Nacional Superior de París. Primer premio del concurso internacional Lily Laskine, Primer premio del concurso internacional Luisa Charpentier, Premio de la Fundación para la Vocación, Premio de Spédidam, laureada por la Fundación Natexis-banque.
Ha tocado en salas tales como Gaveau, Pleyel, Radio Francia, Teatro de los Campos Elíseos, así como en numerosos festivales.
La variedad de intérpretes mostró que el arpa ya no es un instrumento ligado a la mujer: cada vez hay más arpistas hombres.
No está en el repertorio de compositores como Beethoven o Brahms y no suele llegar a la mente de los programadores; pero sí en Ravel, Albéniz, Granados… La situación está cambiando y es cada vez más común que orquestas programen con el arpa como protagonista [en Katxola, el arpa fue el único instrumento].
No descartamos el día que se represente en el caserío un concierto de arpa y txalaparta
El arpa es algo mágico. Y la txalaparta se remonta al Paleolítico, cuando los primitivos vascos, utilizaban ese sonido con huesos de animales sobre estalactitas en las diferentes cuevas habitables. Su utilización estaba íntimamente ligada a las labores de fabricación de la sidra. Es probable que el matrimonio de los dos instrumentos roce la perfección
El arpa sonó muy bien en Katxola y la txalaparta también suena bien
A las seis de la tarde las nubes se desgarraban en Donostia con una tromba de agua, relámpagos y truenos: trompetas celestiales anunciaban el concierto en el caserío, dos centenares de personas -contra viento y marea- se sintieron convocadas [no era una circunstancia extraña para los organizadores de los eventos en Katxola]
La luz que atravesaba las nubes de un dulce color verde azul celeste iluminaba Katxola, el reflejo de la lluvia acompañaba las cuerdas de las arpas, el recogimiento frente al temporal era el responsable de crear un colectivo obstinado dispuesto a disfrutar de una fecunda velada: las arpas nos brindaron una experiencia mágica, envolvente. A este ambiente íntimo, contribuye el acogedor espacio del salón del caserío especialmente dotado para deleitar con música sublime
El caserío estaba al límite de su capacidad, en este rincón especialmente preparado para apreciar la majestuosidad del milenario instrumento.
El Centro Superior de Música de Euskadi trasladó su fábrica de armonías al Caserío, envuelto en una atmósfera íntima y llena de elegancia, con un maravilloso concierto protagonizado por dos arpas. El salón de Katxola está decorado con elementos tradicionales, fotos, carteles y un tolare de principio del siglo XX, creando un escenario peculiar para una experiencia musical única.
Arpistas, vestidas y vestidos con sencillez se ubicaron en una esquina del salón y fueron saliendo a escena en función de la obra a interpretar. Con gracia y delicadeza, tomaron sus posiciones y comenzaron a acariciar las cuerdas de sus instrumentos con destreza y pasión. El sonido que emanaba de las arpas parecía transportar a todos los presentes.
Las arpistas y los arpistas demostraron una técnica impecable. Sus manos se movían con agilidad, produciendo una cascada de sonidos que se mezclaban en armonía. El público, cautivado por su virtuosismo, no podía apartar la mirada y rompía en aplausos al finalizar cada interpretación.
Las alumnas -que no parecían alumnas- se convierten en profesoras
Utilizaban las pausas para educar a las personas asistentes en las técnicas musicales arpistas, cómo arreglar una cuerda rota en tiempo récord -hecho frecuente- o el afinado. Las pausas que brindan a los oyentes la oportunidad de reflexionar y asimilar lo que acaban de escuchar, sirvieron en esta ocasión para conocer más a fondo el ‘mundo del arpa’. De esta forma, las pausas, mientras ayudaban a crear una transición fluida y efectiva entre diferentes obras interpretada, permitían a intérpretes y público prepararse mentalmente para la nueva experiencia musical o para fomentar la relación entre los asistentes al concierto, para conversar con sus acompañantes, intercambiar opiniones sobre las obras interpretadas o simplemente disfrutar del ambiente del caserío.
La lecciones impartidas por las rapsodas de Musikene al público ferviente del caserío fueron encaminadas a demostrar que con el arpa se pueden tocar toda clase de música, que es fundamental en muchas músicas tradicionales como la celta, que algunas rapsodias escritas para el arpa que contienen decenas de sonidos, todos diferentes. En unos momentos ha de tocarse suave suave pero de pronto tienes que meterle mucha caña y hasta parece que vas a romperla.
Al finalizar su participación, el salón se inundó de un estruendoso aplauso, de admiración y gratitud.
Terminó el concierto con arpistas agrupados con natural elegancia, agradeciendo el cariño y la ovación del público.
Se pidió que salieran al escenario las madres, padres, hermanas, hermanos y así lo hicieron en una segunda ocasión
Quien no salió fue Christine Icart, que así evitó su fecundo protagonismo
El concierto de dos arpas en aquel amplio salón del caserío fue un verdadero regalo para los sentidos. Dejará huella, seguro, en todas y todos las afortunadas y afortunados y valientes espectadoras y espectadores que fueron testigos de esta mágica velada musical.