Mari Carmen Illarreta (1935-2024): In Memoriam

Inaxio y Pedro, un marido y un amigo

En nuestros tiempos vivimos de forma diferente. Nacemos aquí, estudiamos en variados sitios, trabajamos en otros tantos y luego creamos familias para vivir aquí y allá, viajando continuamente y asentándonos vete a saber dónde. Así tendrá que ser, pero no pasamos de “domiciliarnos” o “empadronarnos”. Es difícil “avecindarnos”, formar parte de una vecindad, de una comunidad. Mari Carmen Illarreta nació en Aiete y estaba avecindada en Aiete, comunidad de la que fue parte íntima.

Imagen parcial de un salón , a rebosar, el de la Casa de Cultura. Mari Carmen fue artífice de una reunión en la que se presentaba «Aiete, caseríos, casas y familias’ del autor que firma el obituario. Ella en segunda fila rodeada de la vecindad, feliz, dónde quería estar

Mari Carmen era de Aiete por madre y por padre. Agustín, su padre, venía de Ugalde (actual Asador Miralles), pero ella recordaba sobre todo las andanzas de su abuelo materno Miguel José Peñagaricano (1873-1950). Él también había nacido en Ugalde, en otra vivienda diferente de la de su marido, se casó con Felipa Arriaga y se pusieron a vivir como baserritarras colonos en Puio Txiki. Allí nació Joxepa, la madre de Mari Carmen. Enviudó Pedro José con hijas, se volvió a casar, y fue desahuciado del caserío. Fue recogido en Txabardegi por su amigo Domingo Carrillo, y luego pasó por Txabola a invitación del padre de Manuel Matxain. El propietario de la casa, un hombre de Bilbao al que todo Aiete llamaba Joxe Bizar, expulsó a Matxain y con él se fue Peñagaricano, que, por fin, recaló en Alkiza. Viejos y nuevos problemas los de la vivienda, y viejos nombres de casas y caseríos del barrio.

Era Alkiza un vetusto caserío, en malas condiciones, que hundía sus raíces en el siglo XVI. Era propiedad de la jauntxa familia Lardizabal. Allí estableció su pequeño caserío. De allí salió Joxepa, la madre de Mari Carmen, para casarse con Agustín. Se establecieron en Gurugú en los años treinta, allí nacieron Joxepi, Mari Carmen y Pedro.

La boda de Mari Carmen

Fue a principios de los 60 cuando Jesús Sorozabal, yerno de Miguel José y tío de Mari Carmen, les ofreció trasladarse a Alkiza. Desde entonces Mari Carmen habitó en la que fue su casa. Joven pizpireta y danzarina, era amiga de las romerías en Hirubide. Allá conoció a Iñaxio Aierbe, un chico de Loiola pero de una larga estirpe de bertsolaris de Gainza. Aquel matrimonio ha permanecido unido más de 60 años. He sido testigo de su cariño.

Con estos mimbres es natural que Mari Carmen estuviera avecindada en Aiete.

Lo sabía todo. Conocía a todos, a los vivos y a los muertos. Oráculo de Aiete. Cuando Begoña Egurrola y yo acudimos para hacer el trabajo que dio por fruto Aiete, Caseríos, casas y familias, ella nos recibió como de casa. Fue nuestra embajadora y nuestra hada madrina.

La comitiva de ‘Santa Ageda Bezpera’ de visita en Alkiza

Recuerdo las tardes soleadas en su etxeordeko de Alkiza, en donde Mari Carmen guardaba su vergel particular e Iñazio sus feraces tomateras. Allá Mari Carmen desgranaba las viejas historias de las familias de la vecindad de Aiete, aquella comunidad en que convivían, de aquella manera, baserritarras y aristócratas, trabajadores y gente con posibles. Finis Aiete!, por lo que menos aquella vieja comunidad de viejos caseríos en uno de los cerros de San Sebastián.

Llegaron otros tiempos y el barrio cambió y Mari Carmen, que era una mujer muy inteligente, aceptó los nuevos tiempos e incluso abrió las puertas de su casa a intrusos como yo.

En el coro de la Parroquia

Mari Carmen fue también una mujer cristiana que trabajó mucho por la iglesia de Aiete en todos los aspectos. Ha servido a su iglesia del Santo Cristo/Gurutzega siempre, por eso la comunidad parroquial homenajeó a la pareja hace pocos años. Pasaron los curas, desde Cecilio Aguirre pasando por Iriarte, Azpitarte, Marcaide, Albizuri o los Sobrón y Pueyo de ahora, pero Mari Carmen e Iñazio seguían allá, siempre. Ella me manifestaba con emoción su devoción por la hermosa talla del Santo Cristo de Aiete.

Piter Ansorena portavoz del cariño que la rodea

Cuando le conocí, hace nueve años, Mari Carmen gozaba de buena salud. Creo que disfrutó contando aquellos cuentos, aquellas estampas, todas de verdad. Recuerdo que me mandaba la felicitación escrita de navidad todos los años. Luego vinieron los males de la edad. Alkiza no tenía ascensor. Iñaxio y Mari Carmen fueron acogidos en el centro Lamourous en Intxaurrondo. Nuestro coro Goratzar acude allí a cantar nuestro repertorio todos los fines de año. El compañero tenor Mikel Aldanondo y yo nos acercábamos a saludar a la pareja. Estas navidades, Mari Carmen no me conoció, le hablé de Aiete, de Alkiza, de Begoña… Sus diminutos ojos, antes vivarachos, se humedecieron. A pesar de los pesares, me emocionaba y sorprendía ver a la pareja con sus manos enlazadas amorosamente.

La inmortalidad es una quimera, al menos entre la humanidad. Sin embargo, los que conocimos a Mari Carmen la tendremos en nuestra memoria mientras vivamos. Su amor, su poesía, su encanto, su entrega serán su herencia dentro y fuera de la vecindad de Aiete.

Mari Carmen, hainbeste maite zenuen Aieteko Gurutze Santuak har zaitzala bere besoetan. Hala bada, hala bedi.

Pedro Berriochoa Azcárate

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