En la capital, el Castillo de estilo gótico y renacentista, la ruina más famosa de Alemania
Visitamos la ciudad alemana en un viaje asociado a los ‘Ciclos de Literatura y Cine’ de Aiete; un periplo sobre Baviera, que tuvo lugar entre el 3 y el 14 de Julio de 2015
Vista panorámica Heidelberg tomada desde el Castillo
Al final de la excursión fuimos a Heidelberg [Ya en el Estado de Baden-Wurtemberg], no nos podíamos perder una de las ciudades más bonitas de Alemania.
Llegamos allí un 13 de julio, justo ahora hace siete años.
En la ciudad recorrimos el puente de Karl Theodor -puente Viejo de Heidelberg- sobre el río Neckar, un afluente del Rin; en su extremo hay una estatua en bronce que representa a un mono irreverente.
Estatua del mono en el puente medieval de Heidelberg, obra de Gernot Rumpf (1979).
La leyenda dice que si tocas el espejo que sostiene el mono repetirás aventura, y si tocas los dedos del pie, te harás rico.
La gente de Lantxabe tocó el espejo -como se puede ver en la foto-, se quería repetir viaje, y así ha sido desde entonces; el último de este año… ¡Egipto!…¿y el próximo?
Hubo otros puentes en época medieval, pues Heidelberg era un paso estratégico en las comunicaciones del Sacro Imperio Romano Germánico, pero lo único que queda de ellos es la soberbia puerta fortificada de ese mismo lado oeste, a cuyos pies está el mono de la suerte, y cuyas dos torres de color blanco son uno de los emblemas de la ciudad.
El puente y la puerta medieval llevan directamente a Steingasse, “la calle empedrada”, que fue la primera que se adoquinó en la ciudad para facilitar el tránsito de carruajes y mercancías. Hoy está cuajada de terrazas, bares y restaurantes en ambas aceras.
Steingasse desemboca en la plaza del Mercado (Marktplatz), el centro copérnico de este casco histórico pequeño pero armónico, en el que parece no desentonar nada.
La parte del templo que da a la plaza es el ábside, es decir, la trasera, y no la fachada principal, que asoma a un estrecho callejón -ver foto de arriba-. El resto de viviendas que cierra el cuadrilátero son construcciones barrocas civiles, fruto de la reconstrucción de la ciudad tras su destrucción por tropas francesas en 1689.
Heiliggeistkirche o Iglesia del Espíritu Santo de Heidelberg
La banda sonora del carrillón municipal suena cada cinco minutos durante todo el día.
El casco histórico gira en torno a tres plazas contiguas, tres burbujas que esponjan la planimetría cuadriculada de la ciudad.
La de arriba, en la foto, es la Kornmarkt (la plaza del Mercado del Grano), otro espacio encantador donde se instalaba un mercado privado de cereales, con una estatua de la Virgen en el centro y preciosas vista del castillo.
La siguiente, Karlsplatz, está ubicada directamente en la calle principal de Heidelberg
En el centro de la plaza se encuentra la fuente Sebastian Münster
En Karlsplatz se encuentran la Academia de Ciencias de Heidelberg, la histórica Mittermaierhaus y otras casas conectadas.
Situado en el corazón del casco antiguo, justo enfrente del antiguo ayuntamiento, el Hotel zum Ritter St Georg -la del caballero- que ha formado parte del paisaje urbano histórico de Heidelberg [el magnífico edificio es de 1592]
La visita a la ciudad empezó por el castillo. Subir al castillo-palacio, alma y la razón de ser de Heidelberg
Fachada del castillo de Heidelberg, en Alemania.
En el siglo XIX se pensó en su completa demolición, pero un movimiento vecinal logró que se conservara, a pesar de su calamitoso estado. Hoy son las ruinas más románticas del sur de Alemania. Se restauró uno de los edificios y se consolidaron el resto de muros y torres desmochadas.
Por los bellísimos jardines de estilo inglés pasearon muchos escritores y pintores del Romanticismo.
Desde Joseph Turner, el gran paisajista inglés, que lo inmortalizó en ‘El cuadro Heidelberg’, una obra emblemática que captura la belleza y el encanto de esta ciudad alemana; a Johann Goethe, -Encuentro literario, 8 de abril de 2023- que se veía en estos jardines con su joven amante Marianne von Willemer.
Una estatua entre los parterres recuerda las numerosas estancias en Heidelberg del autor de Fausto.
Como curiosidad, en el interior del castillo se conserva el barril de vino más grande del mundo, capaz de almacenar unos 220.000 litros. Data de 1754 y se usaba para almacenar el vino de escasa calidad que pagaban los campesinos como impuestos.
También hay un museo de la Farmacia, con antiguas boticas traídas desde diversos lugares del país.
Patio del Castillo de Heidelberg
Visitamos la Universidad de Heidelberg, la más antigua de Alemania (1386). Estudiar en Heidelberg es un estatus de excelencia entre universitarios de toda Europa y la mayoría de sus facultades tienen un alto nivel de corte para entrar.
Y en una de sus escaleras hicimos la ‘foto de grupo’
Y brindamos en un local auténtico y tradicional de la calle Haspelgasse
Nosotros hemos hecho esa visita el pasado verano. En la plaza del Mercado suena una música estridente que sale de la iglesia del Espíritu Santo. Puede ser un concierto de flamenco, una fiesta con música de Taylor Swift o un concurso de hip hop. Pensábamos que el templo estaba desacralizado y se usaba para actos culturales. Pero no, sigue en uso como iglesia protestante. Solo que el párroco es un personaje singular que piensa que para atraer a los jóvenes a la iglesia hay que usar el mensaje de los jóvenes. Y entre misa y misa aparta a un lado los bancos de la nave central y organiza estas actividades, que nos dejó boquiabiertos
Qué recuerdo más bonito, qué bien lo pasamos. Heidelberg enamora. Su ubicación en el valle del río Neckar, su bonito puente antiguo, las ruinas de su majestuoso castillo, sus calle y plazas, el “paseo de los filósofos”…
El tiempo pasa rápido y te arrolla. Para el recuerdo
Otro de los personajes célebres que se inspiraron en Heidelberg fue Mark Twain, que llegó a Europa para escribir una guía de la Selva Negra y del norte de Italia, A Tramp Abroad (Un vagabundo en el extranjero). Por casualidad llegó a Heidelberg y le gustó tanto que decidió quedarse en ella durante tres meses. Durante su estancia acudió a algunas clases en la universidad y escribió una guía de Heidelberg.
Es una desgracia esto de tener que servirse uno de las cosas –pensó Augusto–; tener que usarlas. El uso estropea y hasta destruye toda belleza. La función más noble de los objetos es la de ser contemplados.
Niebla
Heidelberg es una ciudad pequeña. Pero hay mucho que ver. Fue un viaje maravilloso, ahora a esperar al próximo