8 comentarios en “Documento que recoge 50 años de dolor en Donostia”
RICHARD
El retrato que se incluye en este extenso documento, macabro a todas luces, comienza en 1960 y finaliza en la década del 2000 ( última fecha 2009 ).Los autores de estas actuaciones son varios pero encabeza el número de los asesinatos ETA.No es nada fácil analizar, para un ciudadano normal, toda esta serie de historias fatales. Cada cual, desde su posición personal, cuando hace memoria y en función de los años vividos,posiblemente no encontrará explicación alguna a lo sucedido.Supongo que no es difícil encontrar alguna victima conocida , bien por vía directa, o bien, porque su nombre le resulta conocido.Más de cien víctimas sin sentido donde se mezclan todo tipo de intenciones. Todo esto , en la mayoría de los casos, después de salir de un terrible y sádico golpe de estado que dio origen a una guerra civil y a una posguerra tal vez más dolorosa que la guerra en si misma. Aun quedan en las cunetas de los caminos de España más de 100.000 asesinados, con el gobierno actual carente de sensibilidad alguna para desenterrar a los muertos y proceder a su evaluación. Pero ahora ¿ qué tenemos ?. Muertos y familias que han tenido que pasar por, en muchos casos,la indiferencia de sus vecinos y ciudadanos más cercanos,la falta de ayudas para salir del enorme agujero que deja la muerte del cabeza de familia o la destrucción del lugar de trabajo.En muchas casos, como ya se puede ver en programas de TV, asesinos jóvenes que se inician en el aprendizaje del frío asesinato, en otros, asesinos de uniforme menos jóvenes pero que torturan o disparan a discreción con intención de hacer el mayor daño posible. ¿ Que se puede decir de la respuesta ciudadana ? : muy poco. La cobardía , el miedo y la indiferencia han sido hechos comunes. En la dictadura la prensa estaba amordazaba y no resultaba fácil denunciar lo que se veía de continuo. En democracia teníamos » prensa libre » pero salvo honrosas excepciones el silencio era la respuesta. La Iglesia , salvo contadas excepciones, también permanecíó en silencio. ¿ y ahora que se puede hacer ?. Muy poco pues los autores y sus jaleadores tratan de equipar los muertos de una clase con los de la otra parte. El orgullo de algún Lehendakari, ya casi en el olvido , de vivir en un pais idílico suena a chiste malo si no tenemos en cuenta el sufrimiento de todas las familias , de los amigos y hasta de aquellos que no conocemos. Muy poco se puede hacer para paliar lo pasado y quizás el sentimiento de vergüenza y hastío es lo único que nos queda para que podamos aprender que de rodillas, ni se vive, ni se reza.
En nombre del Gobierno Vasco, el lehendakari ha pedido perdón a las víctimas por la desatención que sufrieron en las primeras décadas de terrorismo.
Aunque ha habido algunos reproches o intentos de arrimar el ascua a su sardina, por parte de PP y UPyD, las víctimas del terrorismo, que es lo que importa, han aplaudido el discurso de Urkullu. Ya está aquí el gesto que reclamó Txema Urquijo al ser cesado como asesor de víctimas: reconfortante y necesario. El giro ha sido tal que ha pillado con el pie cambiado hasta a Ángeles Pedraza, de la AVT. La misma que hace dos años rompió relaciones con el Gobierno Vasco, incluso renuncio a sus ayudas, ha dicho que el lehendakari ha sido valiente y que esto marca un antes y un después.
Sólo hay un pero, que las palabras que no van seguidas de hechos no valen nada. El perdón no conlleva la recuperación de la confianza. No es instantánea; se reconstruye con hechos y tiempo. Sin eso, pasa lo que decía Bob Marley que «El perdón no se le niega a nadie, pero la confianza nunca se recupera.»
Ea, ea, ea, ETA se cabrea.
A quién le va a interesar que una banda en estado ectoplasmático se ha cogido un rebote del quince porque la polizia se ha llevado de uno de sus agujeros un puñado de material de matarile. “Un ataque al proceso de sellado de armas”, afirman ante la indiferencia general.
Solo dijeron algo, porque les va en el sueldo y porque les tocaba retén en la tertulia de la radio pública vasca, los políticos de guardia. La mayoría, para bostezar la respuesta de repertorio (“El único comunicado bla, bla, bla…”) y el resto, para echarle ese entusiasmo digno de encomio pero que apenas tiene eco en la parroquia más cafetera.
Es sintomático que, vaciada de su carga mortífera, ETA haya quedado para hacer la prueba del algodón sobre el desarmado desarme. Y ni para eso cuela ya.
Otro 20 de agosto
Cada sociedad olvida como puede, salvo la nuestra, que lo hace como quiere. Obligados por tantos casos al deber de memoria, acogemos con alivio cualquier drama que se nos presenta liberado de esta penosa carga. Es el caso de la explosión del juguete-bomba que el 20 de agosto de 2001 -al día siguiente de terminar la Semana Grande donostiarra- acabó con la vida de María Eraunzetamurgil, de 62 años, y causó a Jokin Galarraga, de 16 meses, el nieto que sostenía en sus brazos, heridas irreversibles. El fotógrafo de DV Fernando Postigo, que se encontraba en las inmediaciones, trasladó al niño primero a las Urgencias de la calle Bengoetxea y de allí, vista la gravedad de las heridas, a las del Hospital Donostia.
Recordemos la secuencia: “kale borroka”, dijeron unos; “guerra sucia”, replicaron los otros. “Un juego de rol”, concluyeron las investigaciones, que nunca llegaron a concretar a cuál de todos los del mercado se referían exactamente. Un año después, unos lo habían olvidado, otros hacían como si nunca hubiera pasado y los terceros estaban en trance de dar carpetazo a la estéril investigación. No habrá convocatorias ni actos de recuerdo para aclarar este crimen, dada la dificultad que entraña extraer provecho alguno de aquellos acontecimientos.
Es difícil sustraerse a la tentación de elucubrar qué habrá sido del ahora adolescente Jokin -alguien me contó el pasado año que es un preadolescente razonablemente feliz que, a falta del sentido de la vista, disfruta de los fuegos artificiales de Semana Grande grabando en su móvil el pimpampum pirotécnico-, así como de la persona que tuvo la desgraciada idea de colocar un mecanismo explosivo con pólvora en el interior de un cochecito de juguete antes de abandonarlo en el WC de un bar de la calle Narrica. Respecto a este último, me pregunto si en el tránsito de estos doce años habrá tenido hijos, habrá acunado a su bebé, habrá olvidado lo sucedido o simplemente, lo habrá asumido. ¿Se lo habrá contado a alguien? Quizás incluso ya haya fallecido, catorce años es mucho tiempo contado en páginas de esquelas. Un atentado sin objetivo identificable, culpables declarados, víctimas edificantes o enseñanzas de provecho tiende a caer en la inopia del olvido por falta de provecho. Hoy se cumplen catorce años de aquel crimen perfecto.
No sé si conocen la historia de Jesús García Ripalda. El 31 de agosto del 75 un sargento de la policía armada le asesinó de un tiro a quemarropa en el vientre durante una manifestación contra las sentencias de muerte a Txiki y Otaegi. Tenía 23 años y era militante de EMK. La versión oficial certificó su muerte por anemia y paro cardiaco.
Ayer se cumplieron 40 años de su asesinato. Familiares y amigos le recordaron con la presencia de algún político: Joxean Agirre o Rebeka Ubera, de EH Bildu; o el socialista Odón Elorza, que en 2011 le concedió la medalla de San Sebastián. Tras el acto, EH Bildu lamentó la ausencia del PNV; devolviendo el reproche por su ausencia en el homenaje a Korta. La coalición tuiteó: Políticos que gustan de «pasar lista» pasan hoy de acudir al homenaje a García Ripalda.
Ya ven. Todavía hay quien etiqueta a las víctimas y sólo llora a las suyas, y, lo que es peor, las utiliza como arma en el barrizal partidario. Creía que eso ya lo habíamos superado, pero no.
Si a alguien, desconocedor de lo nuestro, quisiéramos relatarle que, por aquí, se mataba y asesinaba sin que ello no estuviera mal visto por muchísima gente, y para ello empezáramos a relatar casos sueltos y le dijéramos que mataron a un vendedor comercial, a un vendedor de chuches, a uno de bicicletas… Si paráramos ahí, posiblemente nos preguntaran que qué tenían los asesinos contra los vendedores. Y tendríamos que echar mano de otros casos, muchos y variados. Si nuestro escucha no llegara a la conclusión de que mataban a personas porque les caían mal, porque pensaban diferente, porque pensaban lo contrario, porque se oponían a ellos, porque les incomodaban sus testimonios; si no concluyera que lo único que querían era someter a las personas, a las cosas y a la historia, a su caprichosa y antojadiza voluntad, y que hacían, sin confundirse, lo que sabían y querían hacer, matar y violentar, es que quien nos escucha o no tiene entendederas, o se lo hemos explicado de forma que peor imposible. Es vital la forma de contar.
Me duele que a los veinte o treinta, o los años que fueren, tengan que salir a la luz familiares de asesinados y crónicas de hechos que pretenden dejar claro que la persona asesinada no hizo nada, nada que los asesinos debieran considerar motivo suficiente para allanar su derecho a la vida y cortar de forma sangrante su presente y su futuro. Si todavía no hemos conseguido que las familias y allegados de los asesinados no sientan la irritante y ofensiva necesidad de explicar que el suyo no hizo nada, quiere decir que hay otra muchísima gente que piensa que motivos para matar personas había y que matar era justo. Nos falta mucho.
Navidad, reconciliación ¿No les parece a ustedes que ha llegado la hora de superación del pasado? Los 50 años de crímenes de ETA ya son pasado, como pasado son las diversas formas de violencia que ha soportado el pueblo vasco, de ambos lados. Una mirada retrospectiva confirma que en la historia nada se repite y que el medio siglo ya pasado no puede condicionar nuestro presente.
En consecuencia ¿No les parece que este documento es un poco anacrónico?
El retrato que se incluye en este extenso documento, macabro a todas luces, comienza en 1960 y finaliza en la década del 2000 ( última fecha 2009 ).Los autores de estas actuaciones son varios pero encabeza el número de los asesinatos ETA.No es nada fácil analizar, para un ciudadano normal, toda esta serie de historias fatales. Cada cual, desde su posición personal, cuando hace memoria y en función de los años vividos,posiblemente no encontrará explicación alguna a lo sucedido.Supongo que no es difícil encontrar alguna victima conocida , bien por vía directa, o bien, porque su nombre le resulta conocido.Más de cien víctimas sin sentido donde se mezclan todo tipo de intenciones. Todo esto , en la mayoría de los casos, después de salir de un terrible y sádico golpe de estado que dio origen a una guerra civil y a una posguerra tal vez más dolorosa que la guerra en si misma. Aun quedan en las cunetas de los caminos de España más de 100.000 asesinados, con el gobierno actual carente de sensibilidad alguna para desenterrar a los muertos y proceder a su evaluación. Pero ahora ¿ qué tenemos ?. Muertos y familias que han tenido que pasar por, en muchos casos,la indiferencia de sus vecinos y ciudadanos más cercanos,la falta de ayudas para salir del enorme agujero que deja la muerte del cabeza de familia o la destrucción del lugar de trabajo.En muchas casos, como ya se puede ver en programas de TV, asesinos jóvenes que se inician en el aprendizaje del frío asesinato, en otros, asesinos de uniforme menos jóvenes pero que torturan o disparan a discreción con intención de hacer el mayor daño posible. ¿ Que se puede decir de la respuesta ciudadana ? : muy poco. La cobardía , el miedo y la indiferencia han sido hechos comunes. En la dictadura la prensa estaba amordazaba y no resultaba fácil denunciar lo que se veía de continuo. En democracia teníamos » prensa libre » pero salvo honrosas excepciones el silencio era la respuesta. La Iglesia , salvo contadas excepciones, también permanecíó en silencio. ¿ y ahora que se puede hacer ?. Muy poco pues los autores y sus jaleadores tratan de equipar los muertos de una clase con los de la otra parte. El orgullo de algún Lehendakari, ya casi en el olvido , de vivir en un pais idílico suena a chiste malo si no tenemos en cuenta el sufrimiento de todas las familias , de los amigos y hasta de aquellos que no conocemos. Muy poco se puede hacer para paliar lo pasado y quizás el sentimiento de vergüenza y hastío es lo único que nos queda para que podamos aprender que de rodillas, ni se vive, ni se reza.
En nombre del Gobierno Vasco, el lehendakari ha pedido perdón a las víctimas por la desatención que sufrieron en las primeras décadas de terrorismo.
Aunque ha habido algunos reproches o intentos de arrimar el ascua a su sardina, por parte de PP y UPyD, las víctimas del terrorismo, que es lo que importa, han aplaudido el discurso de Urkullu. Ya está aquí el gesto que reclamó Txema Urquijo al ser cesado como asesor de víctimas: reconfortante y necesario. El giro ha sido tal que ha pillado con el pie cambiado hasta a Ángeles Pedraza, de la AVT. La misma que hace dos años rompió relaciones con el Gobierno Vasco, incluso renuncio a sus ayudas, ha dicho que el lehendakari ha sido valiente y que esto marca un antes y un después.
Sólo hay un pero, que las palabras que no van seguidas de hechos no valen nada. El perdón no conlleva la recuperación de la confianza. No es instantánea; se reconstruye con hechos y tiempo. Sin eso, pasa lo que decía Bob Marley que «El perdón no se le niega a nadie, pero la confianza nunca se recupera.»
Ea, ea, ea, ETA se cabrea.
A quién le va a interesar que una banda en estado ectoplasmático se ha cogido un rebote del quince porque la polizia se ha llevado de uno de sus agujeros un puñado de material de matarile. “Un ataque al proceso de sellado de armas”, afirman ante la indiferencia general.
Solo dijeron algo, porque les va en el sueldo y porque les tocaba retén en la tertulia de la radio pública vasca, los políticos de guardia. La mayoría, para bostezar la respuesta de repertorio (“El único comunicado bla, bla, bla…”) y el resto, para echarle ese entusiasmo digno de encomio pero que apenas tiene eco en la parroquia más cafetera.
Es sintomático que, vaciada de su carga mortífera, ETA haya quedado para hacer la prueba del algodón sobre el desarmado desarme. Y ni para eso cuela ya.
Otro 20 de agosto
Cada sociedad olvida como puede, salvo la nuestra, que lo hace como quiere. Obligados por tantos casos al deber de memoria, acogemos con alivio cualquier drama que se nos presenta liberado de esta penosa carga. Es el caso de la explosión del juguete-bomba que el 20 de agosto de 2001 -al día siguiente de terminar la Semana Grande donostiarra- acabó con la vida de María Eraunzetamurgil, de 62 años, y causó a Jokin Galarraga, de 16 meses, el nieto que sostenía en sus brazos, heridas irreversibles. El fotógrafo de DV Fernando Postigo, que se encontraba en las inmediaciones, trasladó al niño primero a las Urgencias de la calle Bengoetxea y de allí, vista la gravedad de las heridas, a las del Hospital Donostia.
Recordemos la secuencia: “kale borroka”, dijeron unos; “guerra sucia”, replicaron los otros. “Un juego de rol”, concluyeron las investigaciones, que nunca llegaron a concretar a cuál de todos los del mercado se referían exactamente. Un año después, unos lo habían olvidado, otros hacían como si nunca hubiera pasado y los terceros estaban en trance de dar carpetazo a la estéril investigación. No habrá convocatorias ni actos de recuerdo para aclarar este crimen, dada la dificultad que entraña extraer provecho alguno de aquellos acontecimientos.
Es difícil sustraerse a la tentación de elucubrar qué habrá sido del ahora adolescente Jokin -alguien me contó el pasado año que es un preadolescente razonablemente feliz que, a falta del sentido de la vista, disfruta de los fuegos artificiales de Semana Grande grabando en su móvil el pimpampum pirotécnico-, así como de la persona que tuvo la desgraciada idea de colocar un mecanismo explosivo con pólvora en el interior de un cochecito de juguete antes de abandonarlo en el WC de un bar de la calle Narrica. Respecto a este último, me pregunto si en el tránsito de estos doce años habrá tenido hijos, habrá acunado a su bebé, habrá olvidado lo sucedido o simplemente, lo habrá asumido. ¿Se lo habrá contado a alguien? Quizás incluso ya haya fallecido, catorce años es mucho tiempo contado en páginas de esquelas. Un atentado sin objetivo identificable, culpables declarados, víctimas edificantes o enseñanzas de provecho tiende a caer en la inopia del olvido por falta de provecho. Hoy se cumplen catorce años de aquel crimen perfecto.
No sé si conocen la historia de Jesús García Ripalda. El 31 de agosto del 75 un sargento de la policía armada le asesinó de un tiro a quemarropa en el vientre durante una manifestación contra las sentencias de muerte a Txiki y Otaegi. Tenía 23 años y era militante de EMK. La versión oficial certificó su muerte por anemia y paro cardiaco.
Ayer se cumplieron 40 años de su asesinato. Familiares y amigos le recordaron con la presencia de algún político: Joxean Agirre o Rebeka Ubera, de EH Bildu; o el socialista Odón Elorza, que en 2011 le concedió la medalla de San Sebastián. Tras el acto, EH Bildu lamentó la ausencia del PNV; devolviendo el reproche por su ausencia en el homenaje a Korta. La coalición tuiteó: Políticos que gustan de «pasar lista» pasan hoy de acudir al homenaje a García Ripalda.
Ya ven. Todavía hay quien etiqueta a las víctimas y sólo llora a las suyas, y, lo que es peor, las utiliza como arma en el barrizal partidario. Creía que eso ya lo habíamos superado, pero no.
Si a alguien, desconocedor de lo nuestro, quisiéramos relatarle que, por aquí, se mataba y asesinaba sin que ello no estuviera mal visto por muchísima gente, y para ello empezáramos a relatar casos sueltos y le dijéramos que mataron a un vendedor comercial, a un vendedor de chuches, a uno de bicicletas… Si paráramos ahí, posiblemente nos preguntaran que qué tenían los asesinos contra los vendedores. Y tendríamos que echar mano de otros casos, muchos y variados. Si nuestro escucha no llegara a la conclusión de que mataban a personas porque les caían mal, porque pensaban diferente, porque pensaban lo contrario, porque se oponían a ellos, porque les incomodaban sus testimonios; si no concluyera que lo único que querían era someter a las personas, a las cosas y a la historia, a su caprichosa y antojadiza voluntad, y que hacían, sin confundirse, lo que sabían y querían hacer, matar y violentar, es que quien nos escucha o no tiene entendederas, o se lo hemos explicado de forma que peor imposible. Es vital la forma de contar.
Me duele que a los veinte o treinta, o los años que fueren, tengan que salir a la luz familiares de asesinados y crónicas de hechos que pretenden dejar claro que la persona asesinada no hizo nada, nada que los asesinos debieran considerar motivo suficiente para allanar su derecho a la vida y cortar de forma sangrante su presente y su futuro. Si todavía no hemos conseguido que las familias y allegados de los asesinados no sientan la irritante y ofensiva necesidad de explicar que el suyo no hizo nada, quiere decir que hay otra muchísima gente que piensa que motivos para matar personas había y que matar era justo. Nos falta mucho.
Navidad, reconciliación ¿No les parece a ustedes que ha llegado la hora de superación del pasado? Los 50 años de crímenes de ETA ya son pasado, como pasado son las diversas formas de violencia que ha soportado el pueblo vasco, de ambos lados. Una mirada retrospectiva confirma que en la historia nada se repite y que el medio siglo ya pasado no puede condicionar nuestro presente.
En consecuencia ¿No les parece que este documento es un poco anacrónico?
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